Si tenéis la edad suficiente para entender lo que ocurría en la tele en los 90 os acordaréis del caso Arny: un escándalo nacional en el que se acusó a un club y a una serie de particulares de abuso de menores. Hoy se archiva el caso, y os prometo que me he pasado toda la tarde rebuscando información sobre este asunto para sólo encontrarme con toneladas de mierda.
En 1995 un menor de edad, al que se llamaría “testigo número uno”, presentó una denuncia en la que acusaba a los dueños de los bares Valentino, Arny y 27 de prostituir a menores. Empezó la investigación policial, más testigos se unieron a esa acusación, y empezó una cacería pública ante una lista de nombres famosos que podéis leer en la wikipedia. Valentino y 27 cerraron. Ocurrió un juicio en el que acabaron en la cárcel el dueño y encargado del caso Arny, y a la vez ocurrió un juicio popular que forma parte de la historia más negra del país. Finalmente los mismos chicos/testigos/chaperos que presentaron la denuncia la retiraron, y los famosos que estaban previamente acusados quedaron absueltos.
De entre todos estos acusados, hay uno cuyo via crucis se recuerda por encima de los demás: el de Jesús Vázquez, antes ídolo de jovencitas, y al que sacaron del armario a la fuerza, identificando la homosexualidad con la pederastia. De hecho el tratamiento mediático se resumió en esa identificación, en cerrar las puertas a todos los acusados, en Encarna Sánchez echando espuma por la boca desde la COPE, en nada parecido a la presunción de inocencia. Cuando fueron absueltos, todos llevan encima el estigma del Arny (caso del que he sido incapaz de encontrar nada además de acusaciones particulares) ya que, según la lógica de la masa enfurecida, si un chapero sabía que tal famoso era maricón significa que tiene razón en lo que se les acusa. Leo que algunas de esas acusaciones resultaron ser de chicos que no eran menores de edad. Leo que otras no pudieron probarse por contradicciones entre esas denuncias. Otras por contradicciones con hechos contrastados. Ni siquiera las hemerotecas están claras.
En realidad se probó bien poco. El juicio dejó claro que el testigo principal mentía más que hablaba y que a determinados acusados (como a un juez de menores) se los acusó por problemas anteriores. Quedó bien claro que había ganas de carnaza y de sangre, de castigar por maricones a todo el famoseo al que se descubriese, y que la verdad era lo de menos. ¿Y sabéis qué? Parece que dio igual. A lo largo de los años, aunque todos tengamos acceso a las hemerotecas y a los detalles del juicio, sigue el rumor de que todos esos famosos compraron por dinero (o según otros, amenazaron de muerte) esas acusaciones. Difamar es facilísimo, y cargarse la vida de unas personas replicando “Las brujas de Salem”, no mucho más. Jesús Vázquez sigue teniendo que dar explicaciones de vez en cuando de lo que significó esa acusación, y me temo que otros acusados como Gurruchaga nunca han podido levantar cabeza.
Es un caso de mezquindad pública tan exagerado que no deja de asustarme. Aparte del circo mediático que hubo alrededor (Luis Miguel Rodriguez Pueyo, secuestrador en sus ratos libres, iba cada día con un disfraz distinto a testificar) el asunto tiene dos vertientes que me parecen escalofriantes. La primera la de Jesús Vázquez, un auténtico superviviente que tras esconderse unos años decidió exponerse todo lo posible para enfrentarse con la ira popular, pasando hasta por una “máquina de la verdad” (o un “polígrafo”, como lo llama el Deluxe). Ver cómo tuvo que enfrentarse toda su vida a esas acusaciones maliciosas año tras año y sobrevivir a ellas con dignidad explica cómo posteriormente ha sobrevivido a fracasos como La central sin despeinarse, pero aún de vez en cuando alguien se lo echa en cara, como ocurrió en aquel sonado Supervivientes.
Y aún así ha seguido, se convirtió en el Primer Maricón Respetable de España trabajando tanto frente a las cámaras como en el gimnasio, saliendo en las revistas del corazón junto a su marido, todo de una forma más o menos normalizada.
Pero aquí está el otro punto aterrador, en el que pienso al leer comentarios de la noticia del archivo del caso y al recordar a Javier Gurruchaga o Jorge Cadaval: Mucha de la gente que disfruta los especiales de Los Morancos, que se ríen con “pluma gay”, en realidad desean, con malicia y morbo, que vuelva el caso Arny, que estalle, que se haga espectáculo. Cada vez que alguien diga que los gays ya hemos conseguido todo, recordad que el juicio sucedió hace poco y que el juicio paralelo, ese en donde la razón da exactamente igual. Tened mucho cuidado, maricones, que a la homofobia sólo hace falta soplarle un poco para que salgamos todos ardiendo.