En un capítulo de The Marvelous Mrs. Maisel (la historia de una ama de casa judía del Nueva York de los años 50 que se mete a monologuista) la protagonista tiene un bolo en un nuevo local. Al llegar allí se encuentra que el resto de cómicos son hombres y, aunque le prometen un buen momento para actuar, uno tras otros los hombres van pasando por delante de ella. Y no hay ni uno solo que no haga algún chiste sobre el hecho de que hay una mujer que va a hacer un monólogo. «Si no os hace gracia al menos os hará la cena«, ríe uno.
Cuando Mrs. Maisel sube al escenario está cansada, enfadada, sudada y profundamente frustrada. Y le apagan el foco. La dejan sin luz porque el técnico de luces (hombre) ya ha terminado su jornada. Es el mismo técnico que aguantó estoicamente el eterno monólogo de un humorista que ocupa el escenario sin permiso. Es su amiga (y manager) la que va solita a encender el foco para que su amiga (y representada) pueda trabajar. Y cuando lo hace decide olvidar lo que tenía preparado y rebelarse contra la situación, soltando un monólogo profundamente feminista en el que hace bromas constantes sobre los hombres que uno a uno la han humillado incluso antes de que suba al escenario. Esos cómicos, de repente, ya no se ríen. Y al final el dueño del local le dice que nunca volverá a llamarla. ¡Cómo se atreve a reírse de los cómicos veteranos (y hombres)! A ella y a su amiga (y manager) les da igual.
Pues el anuncio de Campofrío de este año lo han ideado, realizado y aprobado esos mismos hombres y el dueño de ese local. Y por eso el anuncio de Campofrío es una mierdón que destaca más por su cobardía y falta de empatía que por su enorme cantidad de cameos. El anuncio lo firma Daniel Sánchez Arévalo, pero al final podría salir un crédito en el que se leyera «Escrito y dirigido por El Heteropatriarcado» y no pasaría nada.
La idea es buena. En un tiempo en el que la libertad de expresión y el sentido del humor están constantemente en tela de juicio, la campaña de Campofrío viene a recordarnos que el humor es humor y no hay que ofenderse por un chiste. Pero el anuncio olvida dos cosas importantísimas: que sí hay chistes que son ofensivos (porque no todo el humor surge de la buena intención y porque hay chistes que solo sirven para perpetuar estereotipos negativos) y que el mundo no gira alrededor del hombre blanco cis-hetero. Que parece es el único al que debemos escuchar para saber qué tiene gracia y qué no.
Bromear con que un chiste sobre la Casa Real siendo periodista «no te lo publicarán» pero que es que los chistes sobre feminismo salen aún más caros… es cobarde. Y vergonzoso. Porque se equipara una lucha social por los derechos y la dignidad de las mujeres con una institución arcaica y caduca, que chupa como ninguna otra del erario público mientras sus integrantes se enriquecen comerciando con países que vulneran los derechos humanos. Porque el feminismo no es algo de lo que se pueda estar en contra (no es más que la igualdad entre hombre y mujeres), pero la Casa Real sí es algo por lo que se puede protestar. Y que la frase «los chistes sobre feminismo salen carísimos» la pronuncie Belén Cuesta, duele el doble.
Es un anuncio vergonzoso y cobarde, porque tienen los santos cojones de contratar a Rober Bodegas (y pagarle lo suyo) para hacer un gag sobre lo caro que le salió el monólogo sobre los gitanos. ¡Pobre Bodegas! ¡Dejadle vivir! ¡Solo era un chiste! Pero yo no he visto que a Rober Bodegas le haya salido caro el chiste: sigue haciendo su trabajo, sigue yendo a televisión y protagoniza campañas de publicidad. Y mientras Rober Bodegas hace todo eso, Valtonyc está exiliado en Bruselas porque en España le condenaron a prisión por unas canciones y un activista saharaui fue detenido en abril por publicar en su Facebook: «Los borbones a los tiburones».
Y la culpa de todo eso, según Campofrío, la tienen los gitanos ofendiditos que protestaron por el monólogo de Bodegas.
El anuncio tiene algunos momentos brillantes, como que sean las Azúcar Moreno las que vayan a comprar un chiste de payos y se ofrezcan a pagar (en oro) el chiste de Bodegas. Pero ese gag dentro de este contexto no va a hacer que Rober Bodegas se plantee por qué es ofensivo que él haga chistes sobre gitanos; lo que hace es decirle al público que hay gitanos de bien (las Azúcar Moreno) que se ríen de las ofensas (¡porque son chistes!) y hay otros gitanos malos que piden que se les trate con el mismo respeto con el que se trata a los demás. Y ese discurso es peligrosísimo, porque de repente cualquier reivindicación que surja de una minoría será considerada la queja de turno de los ofendiditos, que nos tomaremos en broma y que nadie se atreva a llevarnos la contraria. ¿El mismo sueldo para hombres y mujeres? JAJAJAJAJAJA Ofendidita… ¡Que lo que necesitáis las feministas es un buen chiste, un buen chorizo de Campofrío y una polla para quitaros la amargura!
¿Crees que exagero? ¿Crees que ese alegato al humor hecho por Campofrío no está tirando por tierra las protestas de los colectivos minoritarios? Hay un momento en que alguien tira un huevo a la puerta de la joyería en la que se venden los tan preciados y amenazados chistes y alguien dice: «No les hagas caso, son los ofendiditos«. ¿Y cómo son esos ofendiditos?
Una mayoría de mujeres, alguna vestida casi como una sufragista del siglo XIX, acompañadas por señores muy serios, con pancartas que reducen al absurdo cualquier reivindicación que cualquier grupo minoritario pueda realizar. Porque ahí está la gran cagada del anuncio: no está diciendo que el humor sea algo precioso que debemos conservar entre todos, está diciendo que el humor es lo que la clase privilegiada diga que es y que cualquiera que proteste frente a ello es un ofendidito. Nadie en el anuncio hace amago por saber exactamente por qué se han ofendido, por qué protestan, qué les parece mal. Al ofendidito no se le hace caso, al ofendidito se le menosprecia, porque el ofendidito es un ser malvado que ha venido a amargarnos la fiesta, a jodernos el país y a quitarnos las preciosas costumbres (como reírse de los maricones) que hacen de España un país maravilloso. Tan maravilloso que, después de un alzamiento en forma de golpe de estado contra un gobierno legítimo empieza una guerra entre opresores y oprimidos; y 40 años después la misma Campofrío monta un anuncio de televisión con un republicano y un nacional quitándole hierro al asunto. Como si un golpe de estado militar fuera lo más normal del mundo.
Algunos señalan que el anuncio es muy valiente porque se hacen «bromas» sobre la monarquía o sobre la exhumación de Franco. Pero es que eso no es ser valiente, eso es lo normal. ¿O no vamos a ridiculizar a una monarquía que se gasta 80.000€ públicos en un retrato del Rey mientras el país tiene la tasa de pobreza infantil por las nubes?
Valiente sería, por ejemplo, reírse de los que llevaron a juicio a Cassandra por un chiste de Carrero Blanco. Valiente sería reírse del ridículo internacional que está haciendo España con el Procés por culpa de un gobierno y un juez que se han inventado una causa penal. Valiente sería, por ejemplo, reírse de la Asociación de Abogados Cristianos que aprovechan que en este país seguimos legislando los sentimientos religiosos (algo de lo que podríamos reírnos todos) y llevaron a juicio a la Drag Sethlas y a Willy Toledo (imagínate que sale de la tienda, llueve y exclama un «¡Me cago en Dios!«). Valiente sería, como leí por Twitter, sacar a Dani Mateo con un constipado. Valiente sería reírse de los empresarios que joden a las mujeres trabajadoras, reírse de la justicia que deja en libertad a violadores, reírse de los policías que hacen mal su trabajo y dejan sin protección a mujeres maltratadas. Valiente sería si, por una puta vez, los que tienen el poder de hacer estos anuncios entendieran que el humor, si no va de abajo hacia arriba, no es humor: es opresión. ¿O eres tan simple que no entiendes que un chiste, al igual que cualquier obra de ficción, puede contener un mensaje?
Pero no. En Campofrío han decidido tirar por lo fácil: señalar como culpables de todos los males a los colectivos minoritarios que piden que su realidad (bastante dura en ocasiones) deje de ser considerada un chiste. Y lo hacen poniendo a representantes de esos colectivos para validar ese mensaje, como cuando en los años 50 las señoras de EE.UU. decían que no eran racistas porque tenían una sirvienta negra o como cuando tu amigo te dice que no es homófobo porque tiene amigos gais. ¿Cómo van a ser ofensivos los chistes sobre discapacitados si sale el Langui? Al que, por cierto, los chistes sobre personas con discapacidad le salen gratis porque él forma parte de ese colectivo; en una escena que provoca todo el repelús del mundo porque se nota que lo que está diciéndote el anuncio es lo de «¿Por qué tú puedes llamar maricón a tus amigos y yo no puedo cantar ‘matarile al maricón’, a ver?«
¿Y quién está usando ese mismo discurso? ¿Quién dice que los inmigrantes nos quitan el trabajo? ¿Quién dice que las leyes LGTBI adoctrinan a los niños? ¿Quiénes dicen que la Ley de Violencia de Género discrimina al hombre? ¿Quién, tras los 12 de VOX en Andalucía, acusó a los colectivos minoritarios de haber provocado ese ascenso por estar hablando de sus derechos y no de lo que realmente importa al trabajador que se levanta a las 6 de la mañana? Pues a toda esa chusma es a la que este anuncio le da una justificación para seguir con ese discurso: los malos no son los que nos roban o crean leyes como la Ley Mordaza; los malos son los maricones, los negros, las feministas… ¡que se quejan por todo!
¿Exagero? Pásate por el vídeo y lee los comentarios:
Pero lo que menos me gusta del anuncio es ver participando en él a tantos artistas a los que consideraba comprometidos con los derechos humanos y sociales; y que ninguno de ellos (ni nadie en todo el equipo que rodó el anuncio) se planteara si el mensaje que estaban transmitiendo era el apropiado. Porque gracias a este anuncio y su mensaje de mierda mucha gente dentro de esos propios colectivos está riéndose de los ofendiditos, sin darse cuenta de que ellos forman parte de los ofendiditos.
He leído a alguien decir que en Campofrío se han sacado el pito y han hecho una radiografía mordaz sobre la sociedad actual. Y estoy de acuerdo. En lo primero. Los señores blancos cis-hetero muy españoles y mucho españoles se han sacado el pito para restregarnos por la cara su derecho a hacer humor aunque nos ofenda, su derecho a cantar «Maricón el que no bote«, su derecho a hacer humor negro sobre la violencia machista, su derecho a reírse de los inmigrantes, de los discapacitados, de las feministas… Y, por supuesto, su derecho a pasarse cualquier reivindicación social que no le afecta por los santos cojones. Porque nadie va a venir aquí a decirle a ese señoro que presenta un programa de televisión cada noche que su humor es machista, que ese chiste sobre gais es ofensivo o que eso de bailar con la cara pintada de negro es racista.
Ni uno solo de los chistes que venden en la tienda del anuncio de Campofrío se ríe del machista. Del homófobo. Del neonazi. Del franquista. Del político mentiroso. Del corrupto. De Villarejo. De los periodistas vendidos al poder. De las mentiras de Susanna Griso. Del machismo de Pablo Motos. De la intoxicación en los medios de comunicación. De las fuerzas de seguridad que muelen a palos a un menor musulmán en Melilla o se meten en una pelea de bar en la que hasta el camarero acaba acusado de terrorismo. Ningún chiste se ríe de la falta de empatía de tantos españoles de bien que en lugar de pararse a escuchar al colectivo que explica que decir «mariconez» es ofensivo (porque se utiliza una orientación sexual como algo negativo) prefieren seguir diciéndolo porque lo hemos dicho toda la vida.
Porque para Campofrío el problema no es ése, el problema es que hay gente que se ofende por chistes de mierda. Pero, en realidad, el problema es que hay cómicos mediocres que no saben hacer humor sin reírse de alguien, sin señalar al diferente y sin ridiculizarlo delante del resto de privilegiados. Y Campofrío, en lugar de exigir un humor inteligente y respetuoso (que se puede hacer, no es tan complicado) y reírse de los cómicos que solo triunfan a base de perpetuar chistes cargados de prejuicios, ha decidido convertirse en ese profesor de colegio que cuando ve que en el patio están pegando al afeminado de la clase prefiere no entrometerse porque son cosas de chavales. Porque para Campofrío, los chistes son solo eso, chistes. Y puedes reírte de todo.
Felicidades, Campofrío. Y felicidades a todos y cada uno de los que habéis participado en esta campaña. Desde Silvia Abril hasta Broncano, pasando por Antonio de la Torre, el Langui, Belén Cuesta y muchos más. Felicidades a todos los palmeros que celebran este anuncio y creen que era una trampa para los ofendiditos.
No habéis entendido una mierda y, gracias a vosotros, seguimos siendo el enemigo. (Y si eso es lo que queréis, eso es lo que tendréis).