La portada de El Jueves de esta semana usa el manido recurso de volver gay a un homófobo para ridiculizarlo. Eso tiene un nombre: homofobia
Ricardo Peregrina, dibujante de El Jueves, hoy está especialmente orgulloso de su trabajo. La portada de la revista satírica se mofa esta semana de la confirmación del más que previsible pacto entre Ciudadanos y Vox en varios gobiernos autonómicos y municipales, y lo hace con una imagen en la que Albert Rivera y Santiago Abascal se dan el lote en un parque:
La imagen le ha hecho mucha gracia a muchísima gente: ver a dos señores dándose el lote en el banco de un parque es divertido. Claro. Y si esos dos señores son los que están jugando con los derechos de las personas LGTB+ es más divertido todavía. A los hijos gais o trans de familias del Opus probablemente no les resulte muy gracioso que se juegue con su vida de esa manera, pero como al lector heterosexual medio de la revista no le da miedo pues le hace gracia, así que no pasa nada. Porque es que es gracioso.
Y es gracioso porque, según Ricardo, la mayoría lo ha entendido:
Y todos sabemos que no hay nadie mejor que la mayoría para decidir.
La mayoría decide lo que es gracioso y lo que no. Lo que es legal y lo que no. Lo que es aceptable y lo que no. Y, según el planteamiento de Ricardo, si la mayoría entiende que matar a un maricón no es malo, pues tú puedes interpretar lo que quieras, pero la mayoría lo ha captado.
Hay un motivo, Ricardo, por el que los derechos de las minorías jamás deben ser sometidos a referéndum en los que vota la mayoría. Cuando entiendas eso, te buscas una excusa mejor. Y, dejando a un lado el absurdo intento de justificar algo apelando a «la mayoría», estaría bien que Ricardo hiciera una cosa que los Ricardos del mundo no suelen hacer: escuchar.
Nadie está diciendo, Ricardo, que seas homófobo. Lo que pasa es que, al igual que nos pasa a muchos, tienes bastante homofobia interiorizada. Es como lo de ser machista sin quererlo, lo de ir a casa de tu madre a comer y no darte cuenta (hasta que ya lo ha hecho) de que es ella la que cocina y pone la mesa. Lo de dar por hecho que si algo es azul es para chicos y si es rosa es para chicas. Lo de gritarle «mariconazo» al árbitro del partido de tu hijo y luego venirte al Orgullo a celebrar la diversidad.
Son micro-homofobias, cositas que son homófobas y ni siquiera te das cuenta de que lo son. Todos las cometemos porque nos hemos criado (y nos seguimos criando) en una sociedad en la que a la mayoría le parece normal llevar a sus hijos a las fiestas del pueblo y cantar el «Maricón el que no bote«, porque todos somos muy tolerantes y respetuosos pero mi hijo, que bote. No vaya a ser que.
Así que pretender que a mí, el chico gay al que nunca le salió de los cojones botar para no serlo, me haga gracia que uses mi orientación sexual para «ridiculizar» a alguien (me da igual a quién) porque ES GRACIOSO… es pretender mucho, Ricardo. Porque del mismo modo que no dibujarías a Hitler vestido de rabino para ridiculizarlo (porque no sería gracioso), y del mismo modo que no dibujarías a un miembro del KKK con la cara pintada de negro para ridiculizarle (porque tampoco sería gracioso); que dibujes a neo-franquistas como Santiago Abascal o Albert Rivera siendo muy maricones (qué sutil el detalle de la mariquita y la mariposa) porque sus políticas van en contra de los maricones no es solo un recurso satírico barato, cutre y propio del chiste más chusco de los 70: es homofobia.
Te propongo un juego. Vamos a echarle un ojo a las respuestas en Twitter a la portada y a imaginarnos que, en lugar de a dos señores homófobos pasándose las babas, hubieras dibujado… no sé… a Santiago Abascal con una mujer negra:
Incómodo, ¿verdad?
¿Sabes por qué te resulta incómodo leer eso sobre una pareja interracial pero no sobre una pareja homosexual? Por la homofobia interiorizada. Porque, a diferencia del color de la piel o de las diversidades funcionales o de tantas otras características humanas, mi orientación sexual te sigue resultando algo GRACIOSO. Pero es que, aunque te cueste entenderlo porque la tuya nunca ha sido perseguida, mi orientación sexual no es un chiste. Ni un disfraz.
Y, por supuesto, no es un castigo. Pintar a dos hombres tan peligrosos para el colectivo LGTB+ como dos «mariquitas» es casi tan insultante como desearle a un homófobo que tenga un hijo gay «para sepa lo que se siente«. Perdón. Pero es que yo no espero que me respeten por la empatía que genero tras sufrir las penas que suponéis que he sufrido por ser gay (sin contar que el pobre hijo las va a pasar putas, cariño). Y tampoco espero que os disculpéis u os sintáis atacados cada vez que os decimos que algo que llevamos toda la vida haciendo resulta que no es aceptable.
Yo lo que quiero es que os calléis y escuchéis de una vez.
(La versión original de este artículo incluía un cierre que, mira tú por dónde, me había quedado de un machista que espantaba. ¡Y ni me di cuenta! Es lo que tienen los micromachismos, que -al igual que la microhomofobia- viene de cosas que tenemos tan asumidas que a veces no los ves. Aunque éste de «micro» tenía poco. Gracias, Sara, por hacer que viera algo tan evidente y disculpas a todas por haber sido tan torpe al expresarme.)