Artículo escrito por Manuel Domínguez
Con la reciente entrada en vigor del matrimonio igualitario en Taiwán, el continente asiático se ha deshecho del triste honor que ostentaba hasta la fecha: ser el único continente habitado del planeta en el cual a los homosexuales nos estaba vedado por completo el acceso al matrimonio.
Habrá que ver si el ejemplo taiwanés es seguido por otros estados asiáticos, de la misma forma que la aprobación del matrimonio igualitario en los Países Bajos (en 2001) dio lugar, de forma progresiva, a la introducción de dicha figura en el ordenamiento jurídico de los diferentes países de la Europa occidental, hasta el punto que, actualmente, en el oeste del Viejo Continente son mayoría los países que recogen el matrimonio igualitario en su legislación.

Tras la aprobación del matrimonio igualitario en los Países Bajos hubo que esperar dos años hasta que Bélgica hiciera lo propio y todavía dos años más para que España siguiera la senda iniciada por los neerlandeses. Eso sí, la situación del colectivo LGTBI en el continente asiático dista mucho de ser la situación que teníamos en Europa en 2001; y por eso es pronto para descochar todo el champán y también para aventurar si el ejemplo taiwanés calará en otros países asiáticos.
Ahora que muchos empiezan a planear sus vacaciones de verano no conviene perder de vista que aún hoy en día, ser homosexual o transexual es un delito susceptible de comportar penas de prisión e incluso la pena capital en varios países de Asia. Además del polémico Sultanato de Brunéi, que recientemente aprobó la aplicación de la pena de muerte (retrasada indefinidamente por la presión internacional) a aquellos hombres musulmanes que sean pillados teniendo sexo con otros varones (las relaciones lésbicas se castigan con una pena de prisión de hasta 10 años), en el continente asiático encontramos otros países que también castigan penalmente (con prisión o incluso la pena capital) las relaciones entre personas del mismo sexo); hablamos de países como Arabia Saudí, Yemen o Afganistán, o la provincia indonesia de Aceh.

A esta nada honorable lista cabe añadir países que quizás no tenemos en mente cuando pensamos en represión de la homosexualidad. Es el caso de importantes plazas financieras como Singapur o los Emiratos Árabes Unidos, o de supuestos destinos paradisíacos como las Maldivas. En estos países, la falta de “discreción” nos puede acarrear problemas con las autoridades judiciales locales.
Sirvan estos ejemplos como aviso para navegantes; como toque de atención para aquellos que afirman que ya está todo conseguido: a muy pocas horas de vuelo de Europa, existe una realidad bien distinta a la nuestra.
Y no lo olvidemos: si bien en Europa hemos dado pasos de gigante en las últimas décadas en cuanto a conquista de derechos civiles -tan sólo hace unas décadas la Ley de Vagos y Maleantes aún estaba en vigor en España-, ninguna conquista es irreversible. Por eso, este domingo 26 de mayo en que coinciden diversas convocatorias electorales debemos volver a salir a las urnas, a defender aquello que hemos conseguido y a luchar por aquello que aún nos queda por conseguir.