Últimamente leo en Twitter a mucha gente enfadada con el patriarcado. Por cómo nos impone unos roles de género que nos joden la percepción de nuestra realidad y nos hacen sentirnos como una mierda si no encajamos en ellos. Por habernos engañado con lo del amor romántico heterosexual y habernos robado la posibilidad de ser adolescentes que se enamoran por primera vez. Por obligarnos a vivir esa adolescencia cuando estamos en la veintena.
Pues hay otra cosa que el patriarcado ha hecho muy bien durante tantos siglos dando por culo (literal y figuradamente) y ésa es desarrollar nuestra capacidad de evitar por todos los medios que nos llamen gays. U homosexuales. O maricones. O dicho de otro modo: qué bien se las ha apañado el patriarcado para inculcarnos la homofobia interiorizada.
Así que no sorprende que, de repente, hayan aparecido unos señores que dicen que no les llamemos gais, que los llamemos «andrófilos«. Porque les atraen los hombres. Se acuestan con hombres. Tienen relaciones sentimentales con hombres. Pero no son gais. Ni homosexuales. Ni maricones.
La medalla por inventarse semejante gilipollez se la ha colgado Nicolas Chinardet, un señor que dice que no le gusta que le llamen homosexual, porque «suena un poco clínico, y mucha gente lo usa de forma negativa«, ni gay porque esa palabra «conlleva cierto estilo de vida con el que yo no me reconozco.» Así que como a Chinardet no le gusta que haya gente que use «homosexual» de forma peyorativa ni le gusta que haya gente (como él) que coge la palabra gay y le carga un significado (homófobo) que no le representa… pues se inventa una palabra nueva: Andrófilo.
Y está orgulloso. Que se fue al griego para buscarla: «La creé en base a mi vago conocimiento del griego. Junte dos cosas: el prefijo ‘andro’, que significa hombre- y «filo», que denota que te gusta algo. De ahí surgió andrófilo.»
Lo peor no es que Chinardet se haya inventado semejante chorrada para justificar y condonar su tremenda endohomofobia (spoiler: Chinardet es homosexual, punto) si no que, como siempre pasa cuando un tonto se pone a caminar, muchos le han seguido. Y así es como aparece Jack Donovan, un señor homosexual americano de extrema derecha que escribe en 2006 el libro: «Androfilia: rechazando la identidad gay y reclamando la masculinidad»
Porque Donovan y Chinardet y los que le aplauden tienen pocas neuronas funcionando y aún no han entendido que eso de «reclamar la masculinidad» es puro machismo. Que uno no es «menos hombre» por ser gay, que lo femenino no es «menos» ni «más» y que los que relacionan la homosexualidad con la feminidad como algo negativo están discriminando al colectivo en base a una percepción machista de la sociedad. Es el mismo machismo y la misma masculinidad tóxica que lleva a 3 de 4 hombres gais a rechazar a una posible pareja (sexual o sentimental) si muestra rasgos afeminados.
Es pura homofobia interiorizada.
¿Sabes ese amigo que tienes en Facebook -y no entiendes muy bien por qué- que siempre va diciendo que lo de que le gusten los tíos no implica que tenga pluma, ni esté a favor del Orgullo, ni representado por el colectivo, ni nada de eso? Pues ése.
Gracias a ese libro y sus charlas Donovan se ha convertido en una especie de gurú de los andrófilos. Y lo que es peor: los gais de extrema derecha (que los hay, y muchos) han abrazado el término con alegría. Porque ahora por fin pueden ser maricones sin ser maricones. Por fin pueden comerse las pollas de cuatro en cuatro sin que eso les haga «menos hombres». Una estupidez parecida a cuando aparecieron los de los «bromances» y nos dijeron que por fin gais y heteros podíamos ser amigos. Aunque la androfilia es más peligrosa porque se ha hecho amiga del racismo, la xenofobia y el machismo más asqueroso.
De ahí que la BBC haya encontrado a señores como Henning Diesel, otro derechista alemán que rechaza el término «gay» porque para él «gay es una parte del mundo LGTB+ en el que yo no me veo formando parte«. Porque el tontoalastres Diesel dice que no se identifica con «la música gay como Lady Gaga, Ariana Grande o Miley Cyrus» ni con «la tele gay o las pelícuals gais, como Queer As Folk.»
Pero además a Diesel le tira para atrás, por ejemplo, el movimiento de izquierdas que suele haber en las raíces de la lucha LGTB+. Que eso es algo que en esta web hemos visto mucho: maricones de derechas indignados porque la izquierda se «apropia» de la lucha LGTB+… lucha LGTB+ que ellos, como derecha, ignoran. Pero ya sabes como son los del #YoSoyGayYDelPP: ni comen ni dejan comer. De ahí que cuando la izquierda da un paso a favor del colectivo denuncian la politización del movimiento pero luego aplauden al primer partido de derechas que les guiña el ojito porque es algo muy moderno y muy «normalizador».
Otro ejemplo de Andrófilo es James Milton, un estudiante de 24 años de Chicago que dice que cuando descubrió el término «andrófilo» se confirmó su sospecha de que no era gay, «sólo soy un hombre que se acuesta con otros hombres.«
James se sentía excluido de la «cultura gay» porque no se identificaba con ella: a él le gusta el country y en los bares gais se reían de él cuando elegía una canción. A James le gusta practicar artes marciales mixtas, que es algo muy poco gay. Y claro, qué mejor forma de eliminar estereotipos negativos que creando nuevos. La ironía es, precisamente, ver a un hombre negro como James defender un término que aprendió leyendo a un supremacista blanco.
Porque eso es lo que el patriarcado quiere que hagamos: dividirnos. Uno no es gay porque le guste Lady Gaga o porque tenga mucha pluma o porque le guste la moda o porque sea peluquero o porque sea travesti o porque no le gusten los deportes y llore cada vez que Meryl Streep abre la boca. Como hombres gais compartimos una única cosa, nuestra sexualidad. A veces tenemos unos referentes culturales que, por el motivo que sea, forman parte de nuestros grupos y de nuestro pequeño microcosmos. Pero esos referentes culturales no son lo único que nos identifica como individuos: a mí me gustan los videojuegos y mi amigo no sabe ni coger el mando de la Xbox. A él le encanta RuPaul’s Drag Race y mi otro amigo ni siquiera lo entiende y prefiere ver Narcos. Y al otro le espanta esa serie y prefiere ver documentales de dinosaurios.
La generalización a la hora de identificar a todo un colectivo en base a unos gustos y unas actitudes viene, precisamente, de las estrategias del patriarcado para mantenerse como sistema dominante. Que cuando alguien dice «gay» el mundo piense en tío afeminado, con cuerpazo de gimnasio, estilo impecable, poca aportación social (ni tiene hijos ni quiere tenerlos) y gustos «femeninos»… no es algo casual. Es una imposición social utilizada, precisamente, para someternos. Te lo explicaba hace mucho tiempo cuando Dolce & Gabbanna dieron rienda suelta a su homofobia interiorizada y dejaban claro que, para ellos, lo único que un gay podía hacer en la vida era ser muy creativo… y morirse en una discoteca. ¿Qué más vas a aportar, si eres maricón?
Eso es lo que quieren. Hacerte sentir mal. Hacerte sentir alienado incluso entre las personas con las que en teoría compartes más cosas. Porque al patriarcado nada le gusta más que coger nuestras características -o imponérnoslas- para denigrarlas y negativizarlas y hacer que o bien nos avergoncemos de ellas o bien asimilemos la idea de que sólo servimos para lo que nos dice que servimos.
¿Te suena de algo? ¿A qué otro grupo se le dice constantemente cómo deben comportarse, qué deben hacer con sus vidas, de qué deben avergonzarse y de qué no? Exacto, a las mujeres.
Porque la homofobia, la endohomofobia y esta gilipollez de renegar de la propia nomenclatura de tu orientación sexual vienen del mismo sitio: el machismo.
Por cierto, que a Chinardet parece que no le hace demasiada gracia que la ultra derecha americana se haya apropiado de su maravilla de invento terminológico y los homosexuales de la alt-right abracen la androfilia con los brazos abiertos. «No quiero tener nada que ver con esa gente«, ha dicho a la BBC, asegurando que visto lo visto va a tener que buscarse un nuevo nombre. Si vas a Google y buscas «androfilia» es fácil que en muy pocos resultados te encuentres a gente como Donovan, Milo Yiannopoulos y demás mierda supremacista blanca que reclama para ellos el mismo espacio que tiene el hombre blanco heterosexual. Sin darse cuenta de que la solución a nuestra discriminación no pasa por igualarnos al opresor si no unirnos para derribarlo.
La liberación del colectivo gay no está en la asimiliación de los roles patriarcales, si no en la unión junto al resto de oprimidas para derrocar al opresor y crear una sociedad libre, igualitara y feminista.
Querido Chinardet, acéptame este consejo: sal de ti mismo y explora el abismo que al fondo se enciende una luz. O, lo que es lo mismo: supera tu endohomofobia y abraza la homosexulidad. O el mariconismo. O el ser gay. Lo que más te apetezca. Pero, por favor, por el bien de todos: deja de fomentar estas tonterías tóxicas que no estás ayudando a nadie.
Gracias.
Fuente | BBC