Apenas hace un mes que Iván Zaro publicara «La difícil vida fácil» y no ha habido medio de comunicación que no se haya hecho eco de este título sobre los trabajadores masculinos del sexo. Un conjunto de doce testimonios que tal y como aquí os contábamos, revelan la verdadera cara de la prostitución masculina. Un mundo que desde fuera solo conocemos por falsos dimes y diretes, prejuicios y leyendas urbanas que nada tienen que ver con la de las personas que se ganan un sueldo con el que pagar el alquiler, comer y vestirse poniendo su cuerpo al servicio de aquellos que acuden a ellos buscando compañía, sexo, cariño, fantasía o realidades más arriesgadas como la de las drogas.
Nos hemos citado con Iván para saber más sobre esta realidad aparentemente invisible, tema del que sabe tras más de una década trabajando sobre el terreno, así como en temas de VIH desde la ONG Imagina Más. Esto es lo que nos ha contado…
¿Qué impide que se regule legalmente la actividad de la prostitución?
Es complicado, en España hay voces dentro del feminismo que relacionan prostitución con esclavitud sexual y una subordinación de la mujer al hombre. Esta corriente entiende a los clientes como prostituidores y a la prostitución como violencia de género. Sin embargo, existen otras corrientes feministas que abogan porque si la persona ejerce la prostitución de forma voluntaria se le reconozca su derecho a elegir y a la emancipación económica a través de la actividad que desarrolla.
Para el primer grupo, al menos hasta hace bien poco, la prostitución masculina no existía ya que cuestionaba en gran medida su discurso. Lo que impide realmente una regularización es la falta de interés por conocer esta materia. Nadie da la palabra a las personas que se prostituyen y en los pocos casos en los que se les da voz se tiende a observarlas con cierto paternalismo pensando que “no dan para más”. Son ellos y ellas quienes deben tomar la palabra, aunque a menudo el estigma amordaza su propia voz ante la sociedad.
¿Qué medidas hacen falta desde el punto de vista educativo, judicial, económico, sanitario, mediático,…?
Reconocer a estas personas supone establecer un puente hacia los servicios sociales y sanitarios, o así debería de ser. Creo que si algo falla en este país es sin duda, la educación y la formación. Mientras no se pongan en marcha políticas sociales serias destinadas a la formación y a la inserción laboral, encontraremos un nicho de población abocada a la prostitución como única tabla de salvación. Así que si la prostitución existe es responsabilidad de toda la sociedad, y no solo de los clientes como afirman algunas pintadas anónimas en las paredes del barrio de Lavapiés.
A nivel sanitario el problema es alarmante en el caso de los hombres y mujeres transexuales que ejercen la prostitución. Son el grupo más vulnerable ante el VIH en este país. No sólo habría que garantizar el despistaje de ITS de forma gratuita, sino el acceso al tratamiento del VIH, independientemente de la situación administrativa del individuo. También aprobar la Profilaxis Pre Exposición en este colectivo.
Respecto a los medios de comunicación, son pieza clave para aproximar a la sociedad a este colectivo sin un abordaje sensacionalista o lacrimógeno. A veces nos olvidamos de que los medios están, además de para entretener, para mostrarle a la ciudadanía verdades o situaciones incómodas con el fin generar una reflexión y cambios sociales. Igual soy muy utópico.
¿Cuándo crees que superaremos todos estos obstáculos?
Tal vez hagan falta una o dos generaciones para ello, aunque a veces temo que jamás los superaremos. En especial cuando leo en las noticias que un nutrido grupo de personas se concentran en la plaza de Callao para mostrar su indignación ante la expulsión de Carlos Lozano de un reality de Mediaset.
Esta es una actividad muy estigmatizada socialmente, ¿se extiende esa mala imagen a los que trabajáis con los trabajadores masculinos del sexo?
Nos ven como buenos samaritanos que ayudamos a los chicos, aunque no falta quien sospeche que lo hacemos esperando sexo gratis con ellos. Tenemos un código ético como trabajadores sociales, no tenemos relaciones afectivo-sexuales con los usuarios. Lo que sí llama la atención a las personas que nos rodean es nuestra relación horizontal y directa con los chicos y, por supuesto, que trabajemos en saunas con lo que conlleva, como estar desnudos dentro de ella. Nuestro trabajo se desarrolla en un ambiente tan fuertemente sexuado que puede llegar a dificultar el establecimiento de una pareja sentimental. Estar rodeado de chicos, muchos de ellos con cuerpos hercúleos, hace crecer las inseguridades de personas ajenas a nuestro mundo laboral. No fue mi caso, mi marido ha sido una pieza clave para mi desarrollo personal y profesional. Si algún compañero o chico en prácticas me dijera que su novio no acepta su trabajo le diría que le abandonara inmediatamente. Nuestras parejas, familias y amigos están a nuestro lado para hacernos crecer, no para menguar o lastrar nuestro crecimiento.
¿Se tiene el mismo concepto de estos trabajadores dentro del colectivo LGTB?
Creo que incomoda, no vende, no proyecta una imagen perfecta de lo que somos como colectivo. Sucede incluso con el empresariado LGTB, para quien el VIH es otro gran tabú. Parece que mostrar al mundo las sombras o aspectos más duros de nosotros no está permitido. Aunque si algo nos diferencia a grandes rasgos del resto de la sociedad es que entre nosotros hay mayor tolerancia y respeto hacia los trabajadores del sexo. Incluso me atrevería a decir que sobre nosotros sobrevuela la profecía auto cumplida de que en la vejez seremos clientes. Entendemos el sexo de una manera más lúdica que gran parte de las personas heterosexuales.
Las conversaciones que transcribes en tu libro transmiten mucha espontaneidad y autenticidad, ¿cómo se llega a conseguir ese nivel de confianza?
Creo que el vínculo que he establecido con los chicos, tanto con los que aparecen en el libro como con otros muchos, reside en la horizontalidad. No les juzgo, jamás se me pasaría por la cabeza emitir un juicio de valor hacia alguno de ellos. Eso y también la confidencialidad, por supuesto. Recuerdo estar desayunando con uno de ellos, hace unos días, tras acompañarle al médico. Me estaba contando que tenía un cliente al que le gusta el chocolate belga o scat. Mientras me lo contaba se paró en seco tomando conciencia de la intimidad que estaba compartiendo conmigo y me preguntó ¿no te doy asco por hacer esto? Es muy fuerte que una persona piense o sienta que otro puede sentir asco por hacer lo que hace, que no es otra cosa más que sobrevivir. Por supuesto que le dije no, no me das asco. Se relajó enseguida y continuamos charlando mientras tomamos café. Estoy muy agradecido a los chicos que han formado parte del libro, ha sido un regalo de confianza hacia mí. He tratado de escribir La difícil vida fácil con el mayor respeto, rigor y cariño hacia ellos. Eran conscientes de que no iba a escribir hacia ellos desde el morbo o el juicio, quizá eso también ha hecho destacar el lado humano que tanto engancha al leer la obra.
La difícil vida fácil está consiguiendo bastante atención mediática, ¿qué impresión tienes del tratamiento que se está haciendo de tu libro y de su mensaje?
Estoy sorprendido y muy satisfecho, nunca pensé que tuviera tal eco en la prensa. Me sorprende gratamente que los periodistas tras leer la obra hayan enfocado los reportajes desde el aspecto humano, no desde el morbo de saber qué prácticas sexuales realizan o el nombre de clientes famosos. Creo que han respetado el enfoque de la obra en sus reportajes, dando voz por primera vez a los hombres que ejercen prostitución. A mí ellos me enseñan a diario, y es interesante trasladar esas lecciones y reflexiones a la sociedad.
¿Qué te llevó a dirigir tu vida profesional hacia el colectivo de los trabajadores masculinos del sexo?
Siempre me sentí muy unido a los colectivos excluidos, crecí siendo consciente de que yo mismo formaba parte de un grupo cuestionado por la sociedad. De pequeño me crié con amigos de mi abuela materna entre los que había hombres gays, aunque entonces no les denominaba así, gitanas y mujeres que ejercían la prostitución. Mi abuela era una adelantada a su época, a quien, a pesar de ser pobre como las ratas, poco le importaba lo que los demás pensaran sobre su vida. Esa fue la mejor herencia que recibí de ella. He visto desde mi niñez a personas que antes que prostitutas eran sus risas, sus malas rachas, sus dolores y alegrías. Por eso cuando terminé la carrera opté por no encerrarme en un despacho, necesitaba contacto con la realidad de la calle. Así es como comencé como alumno en prácticas en un programa de atención a la prostitución masculina. Y ese mundo me atrapó hasta el día de hoy, creo que ese viaje ha sido fundamental para convertirme en la persona que soy hoy.
Los trabajadores del sexo me han enseñado mucho, me han hecho cambiar mi forma de ver aspectos como la sexualidad e incluso algunos valores vitales. Aprendo cada día con ellos y con los hombres gays con VIH con los que trabajo en Imagina MÁS. Soy un tipo afortunado.
Trabajas en un entorno poco convencional, ¿qué aspectos positivos y no positivos destacarías de tu experiencia?
Lo positivo es que afinas la vista, eres capaz de observar realidades ocultas o maquilladas por la rutina. Hay muchos dolores que no se muestran de forma cotidiana, pero ahí están. Debajo de la piel, mermando la capacidad del individuo de respirar libremente, a modo de condena dificultándole ser feliz. Tener la oportunidad de diagnosticar el problema ya es el primer paso hacia su superación. Es gratificante y enriquecedor, he conocido muchas y diversas realidades, he conseguido hasta chapurrear portugués y rumano. Que los trabajadores del sexo compartan conmigo su intimidad me hace sentir honrado y me posiciona en un lugar privilegiado para motivarles hacia su desarrollo y bienestar.
La parte negativa es la soledad, a veces es una labor muy en la sombra. No llevamos ningún uniforme ni aparecemos reconocidos en ninguna parte, quizá sea ese el éxito de nuestro trabajo. Tan solo deseamos que nos dejen hacer sin que pongan la lupa sobre nosotros. Otro aspecto duro es cuando ves el potencial de una persona pero ella no cree en sí misma y la ves alejarse, ahogándose en problemas cada vez más densos para perderla de vista al poco tiempo. He conocido verdaderas joyas que han sido devoradas por ellas mismas. Eso, sin duda, es lo más duro de mi trabajo. Me hace sentir impotente y maldecir lo injusta que a veces puede llegar a ser la vida.
Y ahora cambiemos de tema y de tercio, pongamos dos copas de vino sobre la mesa, bajemos las luces, sonriamos, mírame Iván a los ojos y háblame de ti, que no he venido solo para escuchar sobre tu libro. También he venido… a conocerte…
¿Cómo eres cuando no estás trabajando? Suelo estar de guardia las 24 horas, la verdad. Es probable que me veas pendiente del whatsapp, por si a alguien se le ha olvidado tomar su pastilla antirretroviral, por si quiere viajar al extranjero o tiene dudas sobre cómo llevar la medicación. Otros comparten conmigo los resultados de sus analíticas o quieren hacerse la prueba del VIH, o se les ha roto un condón y precisan de asesoramiento urgente. Aunque siempre, por mi salud mental intento apartar el móvil los fines de semana.
¿A qué dedicas el tiempo libre? Me declaro hedonista, disfruto con pequeños placeres. Estar en contacto con la naturaleza, en especial el mar, soy marinero, llevo medio cuerpo tatuado con símbolos marinos. Estar con mi marido y amigos, cenar, comer, tomar vino, reír, dormir,… de todo pero hecho desde el placer.
¿Qué escuchas? Escucho de todo, desde Iron Maiden hasta Pelopony, pasando por Melody Gardot, adoro el jazz. Últimamente he descubierto a los mexicanos DLD, muy recomendables.
¿Qué lees? Sobre todo divulgación científica, en especial neurociencia y obras sobre psicología que me permitan aplicar nuevos conocimientos en mi trabajo. El resto son novelas divertidas y sin mayor interés que distraer. No leo más dramas.
¿Qué ves? Estoy enganchado a mil series, Dos chicas sin blanca, Sense8, Unbreakable, Grace & Frankie, Mom, Rick y Morty, Shameless, … Mientras ceno caen varios capítulos. No veo TV, sólo series o cine.
¿Cómo vistes? Suelo llevar ropa cómoda, cuando la llevo, y sí, suelo llevar falda en momentos importantes. Tengo faldas de Cristobal Vidal, García Madrid y Gaultier. No entiendo por qué la moda masculina sólo se debe reducir a pantalones. Reivindico las masculinidades en mi forma de vestir.
¿Quién te acompaña? Me rodeo de un grupo de amigos nutrido y diverso, son mi familia y lo demuestran a diario. Están para las buenas y para las malas, es reciproco. Además aunque sea el peor de los escenarios siempre me hacen reír, y eso es un verdadero regalo.
Si queréis saber más sobre Iván, no dejéis de seguirle en Twitter y, por supuesto, ¡de leer «La difícil vida fácil»!