Parece que solo existe aquello que vemos. Y aquello que no está a nuestro alrededor o que no tratan los medios de comunicación nos resulta invisible. Comienzan entonces las leyendas urbanas, los dimes y diretes, los bulos, las fantasías y los prejuicios con los que, los que no formamos parte de esas realidades, creamos falsos conceptos sobre ellas. De esta manera levantamos unos muros de silencio que atrapan a las personas que hacen su día a día en esas coordenadas y les estigmatizamos, negándoles la posibilidad de hacer sus vidas de cualquier otra manera.
En la época en la que consideramos la libertad de expresión o el disfrute del propio cuerpo como derechos incuestionables, todavía hay circunstancias que nos demuestran que la teoría no está totalmente llevada a la práctica. Es el caso de la prostitución, y más especialmente aún el de la masculina. La femenina es mucho más visible y tiene tras de sí unas circunstancias (ej. redes de tratas) que darían para otro post, así que vamos a centrarnos en el tema que trata Iván Zaro en La difícil vida fácil.
En este libro encontramos doce testimonios de hombres que ejercen o han ejercido la prostitución como medio para ganarse la vida. Cada uno de ellos comenzó con unas motivaciones y en unas circunstancias diferentes. El motivo más habitual fue no tener otra manera de conseguir ingresos con los que hacer frente al día a día como comer o pagarse un techo bajo el que vivir. Tras esto, situaciones de inmigración irregular, huir de familias desestructuradas y/o estar completamente solo, es decir, estar en la más completa soledad. Hay también algún caso de personas que llegaron a prostituirse de una manera más espontánea, les surgió la oportunidad y optaron por ello como manera de ganarse la vida o de complementar unos ingresos.
Sea cual sea el caso, olvidaros de los cuentos de hadas a lo Pretty woman o del morbo de las películas porno, todo parecido con la realidad es absoluta mentira. Este es un trabajo y ha de ser considerado como tal, como algo que muchos días haces por obligación aunque no te apetece, en el que si no trabajas, no cobras, y si no cobras no hay ingresos. Y sí, los hay que ganan mucho en este mundo, pero como en todas las profesiones, esos son los menos. La inmensa mayoría trabajan a destajo para sencillamente conseguir llegar a final de mes. Igual que te pasa a ti como camarero, como diseñador gráfico, como enfermero, como librero, como administrativo…
Tus clientes pueden ser personas que no solo no te atraigan, sino que no te gusten, es más, que incluso de desagraden. Que tu instrumento de trabajo sea tu cuerpo lo hace aún más difícil. El sexo no deja de ser algo primario e instintivo, debes dar la talla para satisfacer a tu cliente. Y un punto más allá, el placer del cuerpo va para muchos ligado al consumo de todo tipo de drogas y sustancias o de no usar condón, ¿cómo hacer en esos momentos? ¿Cómo marcas límites cuando tienes la nevera vacía? ¿Cómo se convive con esa presión psicológica?
Además, ¿quién recurre a un chapero? Pues en muchas ocasiones gente que no tiene aceptada su homosexualidad o bisexualidad, o que quiere echar una cana al aire. Es decir, que no se sepa, a escondidas, con represiones y miedos a la espalda. ¿Os imagináis como tiene que ser trabajar con un cliente así? Difícil, muy difícil. Y un punto más, en un trabajo sin horarios, porque nunca sabes cuándo puede llegar un cliente, ni dónde, ¿en la calle?, ¿en un bar?, ¿vía internet?, ¿horas y horas en la sauna?, ¿le recibes en tu casa?, ¿vas a la suya?, ¿serás el elegido entre todos los chicos que trabajan junto a ti en un piso?
Estas y otras mil cosas más es lo que Iván consigue que desgranen sus entrevistados. Conversaciones en las que se nota que se sienten respetados y escuchados, entendidos y comprendidos, y por eso dan toda clase de detalles sobre lo que les ha tocado ver, hacer, y lo más importante, cómo se han sentido. Si han podido compartirlo con sus familias y amigos, si es posible compatibilizarlo con una pareja. La sensación de indefensión que genera una profesión que no es reconocida por el sistema, su corto recorrido, el cuerpo tiene un límite y hay que preparar otras opciones para cuando se acabe,…
Zaro es trabajador social, además de sociólogo, y lleva más de una década profesional en proyectos relacionados con trabajadores masculinos del sexo y de personas con VIH. Desde 2013 está al frente de Imagina MAS, asociación que lleva a cabo el programa de atención a la prostitución masculina del ayuntamiento de Madrid, por lo que sabe muy bien no solo de quién habla, sino de lo que es más importante, de quién habla.
La difícil vida fácil no es solo un buen libro, profesional en su enfoque y empático con sus protagonistas, sino también innovador y valiente y esperamos que generador de un debate que conlleve a un reconocimiento tanto social como legal de las personas que -sea cual sea el motivo- ejercer la prostitución, y que por tanto, tienen un papel en nuestro modelo de sociedad.
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