Artículo escrito por @Otto_Mas
Allá por finales de junio, recibí un mensaje de Facebook que se quedó muerto en la bandeja, pero mi amiga 2.0 Rubén, la Atzur para las amigas, me comentó que le habían contactado de una productora porque estaban buscando gente para un programa sobre la homofobia y que les había dado mi nombre. Total, que contesté al mensaje, me llamaron y me explicaron que tenían la intención de hacer una serie de programas para Cuatro con Jesús Cintora y que querían aprovechar el Orgullo para hacer uno sobre la homofobia. Necesitaban que les echase una mano para encontrar a un cierto tipo de homosexual que fuera llamativo, uno que fuera explícitamente marica (ese concepto tan hetero) y lenguaraz. No me pareció una búsqueda afortunada, así que les dije que ni idea y que en el caso de saber de alguien, les diría.
O sea, hasta luego, Maricarmen.
Al par de días, volvieron a llamar y ya estuvimos charlando sobre el tema. Seguían con su objetivo original y yo con mi respuesta original. Días más tarde habían desechado, al parecer, su idea y me dijeron que querían que fuera una cosa más seria y que estaban pensando en mí, en parte porque maricas del sector les habían recomendado que me considerasen. La verdad es que resultaba halagador, pero bueno, ahí quedó la cosa.
Al día siguiente ya estaba yo en las oficinas hablando con la directora e intentando asesgurarme de que la cosa iba a ser sensata, porque sabía que estaba la larga mano de Mediaset en el asunto (y AR, tías). Al principio, no me hacía mucha gracia; no me muero por salir en la tele ni por airear mi vida personal, pero pensé que si iba a ser respetuoso e iba a servir para que un sólo marica, armarizado y tal, se sintiera menos solo, incomprendido y demás cosas que ya todos sabemos, ya sería un logro… ¿Cuántos programas hay sobre la homosexualidad, amigas, en la tele española? Porque en una semana que estuve en Edimburgo, yo vi al menos tres en la BBC2, pero aquí, en años, nada de nada.
El planteamiento original no era, desde luego, el mero enfrentamiento singular entre la homofobia y la homosexualidad, sino el acercamiento de posturas para lograr una posible comprensión; aunque, claro, llego a saber que el abogado homófobo era falangista y otro gallo hubiera cantado. Por mi parte, y así se lo dije, conocía el mundo de la homofobia al dedillo: todos los maricones lo hacemos. Nunca supe a lo que me iba a enfrentar salvo unos minutos antes de ponernos a grabar. Os aseguro que si a más de uno las situaciones a las que me enfrenté os dejaron mal cuerpo, el que me dejaron a mí fue indescriptible, pero no estaba dispuesto a hacer espectáculo sino a ser lo más británico posible (en el mejor sentido de la palabra, claro).
Por desgracia, aunque la verdad es que en el programa no salgo mal parado, muchas cosas de las que se dijeron quedaron en el tintero, muchas como el papel de la Iglesia, los desenfrenados sanfermines frente al desenfreno del Orgullo, cuestiones de igualdad ante la ley, la identidad de género, la ley madrileña contra la LGTBfobia, varios zascas maravillosos que os hubieran hecho llorar de emoción y tal, peeeeero (y he aquí el gran problema) en la confección del programa faltaba mucha bastante mano homosexual y un guion menos basado en las situaciones y más en la dialéctica o, más importante, en la evidenciación de que la homofobia es un delito y no se puede contraponer (y menos respetar) frente la homosexualidad: ésa era la trampa del programa.
Obviamente la elección de las situaciones no ayudó nada de nada. No pueden llevarme a ver a padres negacionistas de la educación científica y del fenómeno de la homosexualidad ni mostrarme una familia irresponsablemente numerosa que no admite que delante de los niños se hable del tema y que a mi antagonista falangista lo llevasen a la Manifestación del Orgullo cayendo en el mayor de los tópicos…, sobre todo porque es el único momento del año en el que apenas nos apalean –físicamente, porque luego nos ponen verdes por ese mamarracherío que siempre debemos defender porque es bien, porque es nuestra visibilidad. ¿Acaso me llevaron a mí a los sanfermines o a una procesión de Semana Santa?
Ya lo sabéis y ya os lo digo yo: no.
Nadie como nosotros sabemos lo que es luchar contra los estereotipos ni ver lo insultante que es cuando la mirada mainstream (o sea, heterosexual) pone los ojos sobre la homofobia. De hecho, aunque tuvieran la piel más fina, no serían capaces de ponerse en nuestro lugar y, de hecho, muchas de las situaciones nos hacen flaco favor. No creo que lo hicieran adrede, obviamente. Creo que el montaje de todo el programa debía haber sido menos espectacular y más discursivo, pero no podemos olvidar, amigas, que es un programa de Mediaset en Cuatro, de divulgación periodística. No es La 2, no es La Noche Temática, no es Equipo de Investigación (gracias a dios, porque hubiera sido peor. Un beso, Glòria Serra) y, desde luego, no es ni la BBC ni Arte.
Con ello no estoy justificando el enfoque final de La Línea Roja, desde luego. Sólo digo que lo tenemos que sopesar como lo que es y quedarnos con esa mirada a la realidad en la que la homofobia campa a sus anchas y tenemos un gran camino que recorrer, mucho que visibilizar y, también, dar una oportunidad a este programa que, aunque nos ponga de los nervios en su planteamiento, creo que sirvió para que muchos veamos que hay muchos argumentos para seguir discutiendo. Lo que no se puede hacer, como hicieron otros, es apagar la televisión al minuto, ofenderse y hablar después de oídas sobre algo que no se dignaron a ver hasta el final, porque los tengo por ahí que hasta me han responsabilizado a mí del programa sin haberlo visto, que es el súmmum de la estupidez humana… y es lo mismo que hacen los homófobos, por cierto: hablar de oídas.
No fue el mejor programa, desde luego, pero tampoco hace falta cogérsela con papel de fumar. Pero claro, supongo que desde vuestra burbuja de fantasía y color homosexual donde vivís sin riesgo de paliza, insulto o discriminación, las cosas os pueden ofender. Ojo, que lo entiendo perfectamente: yo soy el primero que se ha aburguesado en el mundo gayer y que piensa que la perspectiva del programa no fue la más indicada, ¿eh? Pero relativicemos, por favor, que lo tenemos aún muy pero que muy jodido: no les deis la razón a los del de qué os quejáis si lo tenéis ya todo.
Para terminar, diré que antes de dar lecciones a los demás sobre a lo que uno se debe prestar o no, hay que tener la mochila muy limpia y muy vacía de mierda, no sea que alguien se ponga a remover en ella y se encuentre con cositas feas (que todos las tenemos, ojo) y tened también en cuenta qué es lo que veis y dónde lo estáis viendo, que también ayuda a contextualizar. Y, si no, que se lo digan a Zapata.
Ya sé que los críticos estáis suscritos a Arte y allí disfrutáis a diario de sesudos programas sobre la homofobia, pero chica, ésta es la mierda que tenemos en España y de ella seguro que algo bueno podéis sacar, que tampoco era Sodoma y Gomorra. Y si creéis que es más ofensivo que un programa se equivoque en su planteamiento y dejar de verlo que el hecho de perderos cómo tener que explicar en 2017 a dos madres y un padre que los homosexuales no podemos convertirnos en heteros y que sus hijos no se van a homosexualizar por saber lo que es un maricón o una bollera, pues bueno, pues molt bé, pues adiós.
Sólo me queda reconocer los cientos, literalmente, de gracias y apoyos de cientos de maricas anónimos que no viven en Madrid (bueno, algunos sí), en Malasaña o un Chueca y que les aterra más que la homofobia campe a sus anchas a que se haga un programa tramposo en su planteamiento. Ánimo, este camino no estáis solos.