Un hombre gay y una mujer heterosexual que tienen un hijo en común fruto de una noche de alcohol y pasión podrán casarse en Canadá porque la jueza cree que su «relación conyugal» es tan válida como cualquier otra.
Imagínate que un día conoces a una chica simpatiquísima que vive fuera de tu país y tú vas a visitarla y salís de fiesta y ninguno sabe muy bien cómo pero entre el vino y los chupitos de Jager al día siguiente resulta que os habéis acostado y la has dejado embarazada.

Vale, es mucha información de golpe y tienes que asimilarla. Pero es lo que le pasó a mi primo AP y AM, un hombre gay canadiense y una mujer hetero de otro país. El problema es que cuando él le propuso a ella que se casaran para así poder estar los tres (él, ella y el bebé) juntos en una casita en Canadá, las autoridades de inmigración canadiense denegaron el permiso aduciendo que su unión no era lo que se entiende por «relación conyugal».

Porque claro, nunca se ha visto que un hombre gay se case con una mujer heterosexual. QUÉ VA.

A principios de septiembre AP y AM tuvieron una vista de apelaciones frente a la jueza federal Janet M. Fuhrer, que tras escuchar el caso llegó a la conclusión de que la decisión de Inmigración era propia de mentes estrechas y prejuicios absurdos. Y no estaba parafraseando a Fangoria.
Al revisar todo el caso la jueza se fijó en que la junta de inmigración parecía obsesionada con la idea de si las familias de él y de ella sabían que cosas sobre la vida sexual de la pareja, a pesar de que los padres de AM los consideran tal cual eso. La magistrada no pasó por alto que, evidentemente, la pareja tenía «problemas sexuales», pero como le explicó AP, podían solucionarlo con «juguetes sexuales» ya que al final se trata «de si recibes toda la riqueza de tus sensaciones o haces el amor con la persona a la que amas.»

Finalmente la jueza Fuhrer dictaminó que la junta de Inmigración había cometido un «error de bulto» al dar por hecho que si él es gay y ella heterosexual no iban a poder «cumplir» la parte sexual de un matrimonio y que dicha junta «no estaba abierta a la posibilidad de una relación amorosa de orientaciones mixtas centrada en el concepto de una unidad familiar conjunta que cumple los criterios estatutarios, sin tener en cuenta el grado de intimidad sexual.«
Y es que, ¿a cuántas parejas heterosexuales se les pregunta cuántos polvos van a echar antes de casarse? Pero vamos a ver, QUE TIENEN UN HIJO, QUE YA HAN FOLLAO.
Eso no lo dice la jueza, lo digo yo que soy muy basto. Lo que dice la jueza es que «las parejas no están obligadas a encajar exactamente en el modelo marital tradicional para demostrar que la relación es ‘conyugal’«; y añade que el hecho de que sus orientaciones sexuales sean diferentes «no impide que AP y AM establezcan el compromiso de una relación de cierta permanencia«.
Lo que traducido del lenguaje jurídico al castellano significa: ¡¿Pero quién soy yo, Señor, para ponerle límites al amor?!

Como ha declarado la abogada de la pareja, Athena Portokalidis: «El hecho de que este caso exista siquiera deja claro el hecho de que este tipo de relaciones generan dudas. Estamos en 2020 y la sociedad se ha vuelto más comprensiva con diferentes tipos de relaciones. Es hora de que la ley se ponga al día.«
Ya sabes amiga. Ahora sí que sí. Ya no tienes excusa para no estar casada.