El supremo estadounidense declara ilegales los despidos en base a la orientación sexual o a la identidad de género, un golpe a la administración Trump y sus políticas LGTBfóbicas
Están locos estos yankies. Durante las últimas 24 horas, la actualidad mariqueer estadounidense está más calentita que servidor en una sauna Eleni Foureira siendo proclamada fallera mayor.
Por un lado, Trump liquidando la identidad de género como causa de discriminación y dando barra libre a la transfobia en centros de salud federales. Por el otro, el Tribunal Supremo sentenciando de manera histórica a favor de los derechos laborales de las personas LGTBIQ.

El fallo daría protección al colectivo LGTBIQ frente a cualquier tipo de discriminación en el centro de trabajo, e incluso ante despidos improcedentes propiciados únicamente por la orientación sexual o identidad de género del trabajador.
Un empresario que despide a un trabajador por ser homosexual o transgénero, le despide por rasgos o acciones que no habría cuestionado en miembros de otro sexo (…) Exactamente lo que la Ley de Derechos Civiles de 1964 prohíbe.
Esta más que evidente conclusión (porque nuestros derechos como colectivo también son derechos humanos) fue ratificada por seis votos contra tres, y viene propiciada por tres casos discriminatorios en concreto: Aimee Stephens, que murió el mes pasado a los 59 años, fue despedida de una funeraria de Michigan cuando pidió poder asistir a su puesto de trabajo vestida acorde con su identidad de género, es decir como una mujer.
Donald Zarda, también fallecido, era un instructor de paracaidismo en Nueva York que fue despedido por su empresa tras conocer su homosexualidad. Solo Gerald Bostock, también despedido por ser gay, ha podido celebrar la sentencia.