Cada vez que os ponéis intensas y os da por el drama teatrero, que mira que os gusta haceros notar, probablemente estaréis representando alguno de los papeles que escribió Tennessee Williams. Pero esto no aplica a cuando os ponéis Pelopony chonis, Lady Gaga barriobajeras o Justin Bieber poligoneras. Nos referimos a esos momentos en que decimos cosas como «Siempre he confiado en la bondad de los extraños«, es decir, esa frase que os vale como disculpa para el más rápido, breve y directo «¿En tu casa o en la mía?» que tecleáis en Grindr.
Tennessee nació en 1911 en Missouri, que no sé muy bien donde está luego vivió en San Louis y allí se puso a darle a la tecla desde que era muy joven. Poesías, cuentos, con lo que se iba sacando lo justo, hasta que de tanto practicar aprendió a hacerlo bien y llegaron dos obras de teatro en la década de los 40 que le hicieron famoso para siempre, El zoo de cristal y Un tranvía llamado deseo. En esta última creó dos personajes que están dentro de todos nosotros, la loca de Blanche Dubois y el anhelo, el deseo y la imperiosa necesidad de masturbarse de agarrarse donde sea al ver al hombre más hombre y masculino de la historia, Marlon Brando.
Pero eso no es todo, que hay otra mujer que también sois todos vosotros, y es la Maggie de La gata sobre el tejado de zinc, una obra que también se llevó al cine. En esta adaptación Liz Taylor, la mujer de los ojos violetas, interpretó a esa que sois muchos cuando el hombre con que estáis pasa de daros lo vuestro. ¿Por qué? Pues porque no es el alfa que le habíais pedido a los Reyes Magos, ya que su orientación sexual es la de ¡almohada de plumón nordico!
Y es que el amigo Williams en su vida personal también era así. Le iba tanto el exceso que incluso en su juventud tuvo experiencias ¡¡¡heterosexuales!!! Chaperos, cruising, militares, jovencitos, maduros, todo le parecía bien, y si a esto se le combinaba alcohol, tabaco y pastillas, pues más y mejor. Vamos, todo un hombre adelantado a su tiempo. Seguro que si hubiera vivido ahora en su iphone hubiera tenido Grindr, Wapo, Growler, Scruff,… Y además, una lengua fina, ácida, para algunos una marica mala, para mí, nada de eso, un tío inteligente, sarcástico y tremendamente irónico y un maestro de la palabra.
Así que imaginaros cómo deben ser estas memorias en las que no deja títere con cabeza. En cada historia que cuenta da detalles de lo más explícito, como la de una noche con ¡siete! polvos asaltos al chulazo que tenía en su cama o el día que metió a su amante de entonces en un autobús para deshacerse de él. Dinero, fama, lujo, focos, whisky, vodka, ginebra, viajes por América, Europa y Asia, este Tennessee no paró un segundo. Conoció a todas las actrices de entonces, vio el cuerpo desnudo de multitud de hombres que se pasó por la piedra, se relacionó con lo más granado del cine y asistió a un montón de fiestas de las que salía borracho. Por todo esto sus «Memorias«, escritas cuando ya tenía 60 años, no son solo intensas, sino también muy divertidas. Vais a disfrutar con lo que cuenta, y sobre todo, a aprender un montón de frases con los que la próxima vez que montéis el drama hacer que el chulo que os escuche se quede a cuatro patas flipándolo con vosotros.
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