El espíritu de Stonewall renace con el movimiento de #BlackLivesMatter, y nos recuerda al resto del colectivo LGTBI que no puede haber Orgullo si no es interseccional.
Junio de 2020 no será un mes del Orgullo cualquiera. La crisis del coronavirus ha afectado significativamente la celebración de nuestra reivindicación más capitalizada. Centenares de marchas se han suspendido, y desde luego, nada de orgías, ni saunas, ni comas etílicos fiestas envueltas en banderas del arcoíris o la transgénero.

Pero la actualidad se mueve igual de rápido que unos cuantos de nosotros cuando hay rebajas en AussieBum, y el COVID-19 ha pasado de ser nuestra única preocupación a una de tantas. El asesinato de George Floyd, enésimo crimen racista a manos de un agente de policía en Estados Unidos, ha desatado una serie de disturbios antirracistas en el autodenominado país de la libertad y las oportunidades (solo si eres caucásico y heterosexual, obviamente).
¿Qué tendrá que ver esto con el Orgullo, maricón?

Todas las luchas contra la opresión de las minorías son nuestras hermanas. La lucha feminista va de la mano con la nuestra (por mucho que rabien «feministas de verdad» que excluyen del feminismo a mujeres trans), y el antirracismo no iba a ser menos.
La respuesta autoritaria de Trump a los disturbios, amenazando con «ilegalizar el antifascismo» (sic), no ha hecho que añadir más leña al fuego.

Motivos no faltan para reunirse y quemar contenedores liarla parda por este repunte de los discursos de odio provenientes de posiciones de poder: el asesinato de George Floyd se une a una lista demasiado larga de crímenes racistas, entre las que se incluyen también mujeres transgénero afroamericanas.
Por ello y porque Black Trans Lives Matter, un grupo de neoyorquinos se manifestaron el pasado jueves de forma absolutamente pacífica frente al emblemático Stonewall Inn, local donde se originaron las primeras revueltas del colectivo LGTBI por su liberación.
Revueltas que, por cierto, fueron iniciadas también por personas afroamericanas, desde travestis hasta mujeres transgénero. Entre ellas, Marsha P. Johnson, activista mariqueer negra e icono del movimiento que estuvo presente en espíritu como no podía ser de otra manera.

Y por esto amigas, el Orgullo de este año y los venideros van a ser y deben ser distintos. Es el momento de recapacitar y reformular un movimiento reivindicativo que se había quedado estancado en la fiesta. No podemos olvidarnos del pasado, que no habría Orgullo LGTBI si no fuera por las activistas LGTBI negras; que no puede haber ningún Orgullo si no es interseccional.
Y ya está, ya me he quedado a gusto, que estaba yo muy intensa.