Un hombre VIH+ de Florida es acusado (entre otras muchas cosas) de intentar transmitir el VIH de forma criminal por escupir a un paramédico que acudió a una trifulca con la policía
Julio Rivera, un hombre de 41 años residente en Daytona Beach (Florida), ha sido detenido y acusado de un montón de cosas. Que te estarás preguntando quién es Julio Rivera y por qué se supone que deberías conocerle o debería importarte lo que le pase.
Pues es que a Julio le acusan de haber intentado transmitir el VIH de forma intencionada, criminal. Y lo ha intentado, según la policía, de una forma en la que es totalmente imposible que haya transmisión: escupiendo.
Hace unos días la policía de Daytona Beach (que no son los Bomberos de Parla, pero casi) recibió la llamada de una mujer denunciando que su novio la estaba maltratando. El novio en cuestión era Julio. Sí, ya te lo digo yo: Julio no te va a caer bien. Cuando llegó la patrulla de policía Julio salió corriendo de la casa montado en bici. Los policías persiguieron a Julio y le ordenaron que se parara pero Julio se vino arriba y empezó a pedalear hasta que se topó con un montón de tráfico y lo detuvieron. Al hacerlo encontraron una bolsa de MDMA, Julio les dio un nombre falso, amenazó a los policías y a sus familias… y les dijo que era VIH positivo y se desmayó.
Entran los paramédicos que vienen a ayudar a Rivera.
Cuando los sanitarios consiguen que Julio recobre el conocimiento, lo primero que éste hace es escupirles lo que según la policía era un «fluido rojo-amarronado«; y también les vuelve a avisar de que es VIH positivo y farfulla un: «Sí, usa las precauciones universales [improperio]» (No es que censuremos el improperio, que no somos la Shangay, es que no se le entendía). Según la policía, aunque a Julio se le puso una capucha de malla para evitar que escupiera, continuó retorciéndose y soltando «niebla de saliva» a través de la tela.
Finalmente Julio fue encerrado sin fianza en la prisión de Volusia County y las autoridades le acusan de: Asalto a un servidor público con esputos, violencia doméstica, resistencia al arresto con violencia, huir y tratar de eludir a la policía, dar un nombre falso, posesión ilegal de éxtasis, posesión de material relacionado con las drogas, robo… Y por último, pero no por ello menos famosa importante: «transmisión criminal de VIH«.
Y, aunque todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, está claro que los hechos y los testigos no son muy favorables para Julio en todos los cargos… menos en el último. Porque el VIH no se transmite por la saliva. Y por lo tanto es como si le acusan de intentar cocer a alguien con los rayos x que sus ojos no emiten.
«No existe ningún riesgo de transmisión del VIH a través de un esputo» explica Matthew Hodson, director ejecutivo de la ONG de lucha contra el SIDA NAM aidsmap, que ha hablado con PinkNews, «Una revisión sistemática de este tipo de incidentes reportados hasta 2008 no fue capaz de identificar ni un solo caso«. El problema de este tipo de acusaciones en las que se criminaliza la transmisión del VIH es que sirven más para perseguir a minorías marginadas que para detener la propagación del virus; entre otras cosas porque provocan que esas minorías sean más reacias a realizarse las pruebas y a seguir los tratamientos.
«Las acusaciones por intento de transmisión en circunstancias en las que no hay riesgo de transmisión, como al escupir o al tener sexo con una persona positiva que tiene la carga viral en niveles indetectables, solo perpetúa la ignorancia y el miedo innecesario«, explica Matthew Hodson.
Y es que, como ya te hemos explicado en La SuperQueer más de una vez (nos duelen ya los dedos de repetirlo) muchas de las leyes a nivel mundial que criminalizan la transmisión del VIH datan de la época más dura de la epidemia siguen vigentes y, al contrario que la investigación sobre el virus, ni siquiera se han actualizado. El caso de Michael Johnson (un deportista universitario negro, condenado por transmitir el VIH a sus parejas sexuales en un juicio cargado de irregularidades, serofobia, homofobia y racismo) es un ejemplo claro de por qué es necesario que se revise (o se derogue, directamente) esta legislación a nivel mundial.
Y de por qué es necesario que la gente encienda el cerebro por las mañanas, también.