Todo son risas y alegría hasta que sales de la discoteca a las seis de la mañana sin haberte ligado ni a la señora que procura limpiar los baños y te encuentras con que en tu ciudad no hay ni una sauna a la que ir a… relajarte mientras se te baja la borrachera. Pues eso es lo que pasa en San Francisco desde 1984.
En octubre de ese año, cuando al epidemia del VIH/SIDA estaba en pleno auge, el Tribunal Superior de Justicia de San Francisco emitió una orden temporal para cerrar nueve saunas gays y locales de sexo en la ciudad; con la intención de frenar la propagación del virus entre la población homosexual. Un mes después, a finales de noviembre, el mismo tribunal levantó esa restricción pero impuso varias condiciones a los locales. La más importante, que tenían prohibido instalar puertas con pestillo para proporcionar a sus clientes sitios privados en los que mantener sexo y, si lo hacían, tenían que conseguir una licencia de hotel y vigilar las conductas sexuales de sus clientes.
Sí, es todo bastante loco. Fue tan loco que los dueños de las saunas y los locales de sexo decidieron no volver a abrir sus locales y el juez al final acabó por «prohibir» que en las saunas gays se mantuvieran relaciones sexuales. Que es, más o menos, como prohibir comprar medicinas en una farmacia. ¿QUÉ SENTIDO TIENE LA VIDA ENTONCES?
Buzz Bense, que fue co-propietario del sex-club Eros, lo tiene claro: «No había una legislación municipal. No había una legislación del departamento de salud. Los cierres fueron resultado de la decisión de un juez influenciado por motivos políticos y los medios de comunicación«.
Aunque más adelante locales como el Eros siguieron abiertos sin tener puertas que se puedan cerrar (en parte porque los del Departamento de Salud Pública se dieron cuenta de que eran sitios ideales para explicar a las maricas cosas sobre salud sexual) la prohibición de que las saunas y locales de sexo tengan puertas con pestillo (literalmente) sigue vigente en San Francisco. Vale, a algunos nos les da morbo lo de hacer guarreridas en público pero se entiende que cuando te están mirando eres menos propenso a olvidarte así casualmente como el que no quiere la cosa del condón. O no. Pero bueno, la prohibición está ahí. Y sí, en Looking salían dos en la sauna; pero porque un establecimiento en el que el cliente para compartir instalaciones como una sauna de vapor, un baño turco o una piscina no se cataloga como «club sexual» y, por lo tanto es legal. Pero que no pase de ahí.
A no ser que estés preparando un viaje sexual a San Francisco o que te haga ilusión ir de turismo a cerrar pestillos en la ciudad del Golden Gate es probable que te estés preguntando qué coño te importa a ti lo que te estoy contando. Pero resulta que como San Francisco es la ciudad que es, lo de que los gays no puedan ir a una sauna y cerrar un pestillo para echar un polvo tranquilamente tiene más importancia de lo que parece.
En 2013 la jefa del Departamento de Salud, Barbara Garcia (que es lesbiana), creó un grupo para trabajar en lo que entendían era una preocupación de gran parte de la comunidad: las saunas gays y los locales de sexo. El grupo lleva dos años redactando informes y no han llegado a ninguna conclusión que les haga cambiar de opinión con respecto a la prohibición. Probablemente porque, como dice el propio Buzz Bense, las autoridades sanitarias no basan su visto bueno a esa prohibición en motivos científicos sino en motivos políticos.
Bense es, en parte, el responsable de que en San Francisco estén ahora volviendo a hablar sobre si seguir «prohibiendo» el sexo en las saunas gays o dejar a los propietarios recuperar sus cabinas privadas y sus pestillos. Pero no es el único que cree que va siendo hora de levantar la prohibición. Race Bannon, un activista y escritor que lleva años involucrado en el tema también coincide en que la prohibición de los pestillos (no voy a cansarme de escribir la palabra «pestillo» en este artículo) es más una cuestión política que de salud: «La ciudad tiene que cambiar su política para estar en la misma línea que la ciencia y la salud pública más adecuada para la comunidad gay. Y eso pasa por permitir que se abran saunas gays si alguien quiere abrir una sauna gay«. Scott Wiener, que es el supervisor del Distrito 8 cree que lo de prohibir habitaciones privadas en las saunas es algo «arbitrario» y reconoce que hay un poco de follón y leyenda urbana con respecto al tema de las licencias para este tipo de locales; y que los que están interesados en abrir una sauna gay en la que se pueda practicar sexo no saben muy bien qué normas tienen que cumplir.
Todo este drama de los pestillos ha hecho que el alcalde, Ed Lee, haya dicho en una entrevista que está abierto a que las saunas puedan volver a funcionar en la ciudad, siempre y cuando todo el mundo esté de acuerdo y las autoridades sanitarias den su visto bueno. Pero claro, el equipo de Barbara Garcia lleva dos años dándole vueltas al tema y a día de hoy siguen diciendo que, básicamente, no tienen ni idea de si debería cambiar algo así que lo mejor es no cambiar nada.
El gran problema es que el equipo municipal de San Francisco está inmerso en plena campaña Getting to Zero, una iniciativa que pretende reducir los contagios de VIH en un 90% para 2020. Y es que la política de prevención que desde hace años se aplica en la ciudad parece que funciona porque desde 2007 el número de infecciones ha bajado considerablemente y el año pasado, por ejemplo, se diagnosticaron «sólo» 302 casos. Algunos creen que reabrir las saunas gays podría hacer peligrar ese objetivo y las cifras que se están consiguiendo en la reducción de infecciones; pero los que están a favor de reabrir las saunas tienen claro que la situación no sólo no empeoraría sino que podría incluso mejorar.
Desde las facilidades a la hora de hacerse la prueba del VIH, los tratamientos antirretrovirales, las campañas de concienciación y los primeros y prometedores resultados del uso generalizado de la PrEP son algunos de los factores que han ayudado a que el VIH se frene de una forma tan brutal en San Francisco; y muchos son los que creen que reabrir las saunas podría ayudar a que las autoridades sanitarias tengan más formas de llegar a los hombres sexualmente activos y explicarles cómo protegerse del VIH con todos los medios posibles.
Pero todo este debate, al final, resulta inútil. Al menos para Buzz Bense. Porque aunque la ciudad eliminara la prohibición y finalmente las saunas gays pudieran reabrir sus puertas, el mercado inmobiliario se ha disparado tanto que «¿dónde coño ibas a comprar un edificio grande por menos un trillón de dólares para abrir una sauna?«.
Fuente | The Bay Area Reporter
