Atención a esta historia porque yo que siempre soy muy de liarla aún no sé exactamente por qué la quiero liar.
Hace tres años, en 2012 (por si no sabes en qué año vives) el dueño de ‘Hands On Originals’, una tienda de camisetas en Lexington (Kentucky Fried Chicken), se negó a imprimir unos diseños para la celebración del Gay Pride de la ciudad que pidieron desde la Gay & Lesbian Services Organization. El motivo, como puedes imaginar, era que el dueño de la tienda es profundamente cristiano (pero muy profunda y muy mente) y dijo que el mensaje de las camisetas iba en contra de lo que él creía.
Es decir: para el dueño el problema no era la orientación sexual de los clientes, sino que no quería ayudar a difundir el mensaje del evento. Porque estar a favor de los derechos civiles de los demás es algo muy profundamente cristiano…
Claro que viendo las imágenes de la web de la tienda, no entendemos qué hacían los gays y las lesbianas pidiendo camisetas en ese negocio:
El caso es que el dueño de la tienda, Blaine Adamson, en lugar de simplemente mandar a tomar por saco a los gays que querían sus camisetas se encargó de ponerles en contacto, todo de forma muy amable, con los propietarios de otro negocio de camisetas que sí les imprimió los diseños que querían al mismo precio que él les habría cobrado si no fuera tan profundamente cristiano. Pero aunque Adamson fue muy amable a la hora de rechazar a los clientes, la organización LGTB le denunció y la Comisión de Derechos Humanos culpó a la empresa de discriminar a los clientes por su orientación sexual en base a sus creencias religiosas.
Pues no tan claro.
Hasta aquí todo está siendo bastante habitual y nos recuerda a otros casos que hemos conocido como el de nuestra ya querida por todos pastelera hetera. Pero en un inesperado giro de los acontecimientos, a Adamson le han salido dos amigos. El primero un juez de Kentucky que ha dicho que Adamson no discriminó a los clientes por su orientación sexual (ningún empleado de Hands On Originals preguntó sobre la sexualidad de los clientes) si no que ejerció su derecho a la libertad de expresión negándose a imprimir un mensaje con el que no estaba de acuerdo. ¿Hasta qué punto la ley puede obligar a una empresa privada -el juez tiene en consideración que se trata de un pequeño negocio y no de una multinacional- a difundir un mensaje?).
El segundo amigo de Adamson es el más inesperado: el colectivo LGTB.
Un grupo de empresarios LGTB se ha unido para declarar su apoyo a la libertad de expresión de Adamson. Diane DiGerloromo, que es lesbiana y dueña de la tienda de camisetas BMP T-Shirts, ha dicho que «A nadie se le debería obligar a hacer algo en contra de lo que cree. Si a nosotros se nos presentara una organización, como la Iglesia Bautista de Westboro, dudo mucho que hiciéramos negocios con ellos. Y nos cabrearía mucho si nos obligaran a imprimir camisetas anti-gays» Y añade: «Esto no es un problema de gays o heteros. Es un problema humano«. Para DiGerloromo el hecho de que Adamson haya decidido no apoyar una causa en la que no cree no debería ser motivo de una denuncia por discriminación.
Kathy Trautvertter, que es la socia de DiGerloromo, está de acuerdo con esa visión y ha dicho que con todo el sufrimiento y compromiso emocional que uno pone en su negocio, se pone en el lugar de Adamson y entiende su punto de vista y le apoya en la decisión de no imprimir las camisetas.
Por nuestra parte no entendemos ni a Adamson ni a las señoras con apellidos impronunciables que le apoyan. En esta web te hemos hablado ya varias veces de noticias de este estilo, como la ya mencionada pastelera hetera o lo de Memories Pizza. Pero también hemos contado historias desde el otro lado, empresarios que se han negado a servir a clientes homófobos.
Vale que al menos Adamson tuvo la amabilidad de no insultar a los clientes y buscar una solución, también es cierto que no es lo mismo negarte a atender a un cliente por ser gay que negarte a escribir un mensaje en una camiseta. Pero en el fondo hay una gran diferencia entre imprimir una camiseta para el Orgullo LGTB o hacer un pastel para una boda homosexual y entre hacer una camiseta anti-gay o un pastel con forma de Biblia con el texto «Dios odia a los gays«. Básicamente, lo primero es una muestra a favor de la lucha por los derechos civiles y la igualdad que no promulga la discriminación ni el enfrentamiento y lo segundo es una agresión a un colectivo concreto. Si las camisetas fueran a favor de, por ejemplo, la igualdad entre hombres y mujeres o parte de una campaña para acabar con el racismo, nadie le diría a Blaine Adamson que tiene derecho a no imprimirlas.
Así que, efectivamente, no se trata de una cuestión de ser gay o hetero sino de respetar los derechos y la vida de los demás. El problema es que estamos de acuerdo en que uno ha de tener derecho a no ayudar a promulgar mensajes que van en contra de sus creencias, pero hay creencias que por humanidad (y se supone que los Cristianos son muy humanos) todos deberíamos apoyar.
La vida, qué movida.
Fuente | Washington Post