domingo, octubre 1, 2023

4 años y medio de prisión por infectar con VIH de forma consciente a su novio

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  • Un tribunal de Sydney condena a cuatro años y medio de prisión a un hombre por haber infectado con VIH a su novio de seis años.

  • El juez acusa al hombre de «un despreciable y monstruoso desprecio por la vida de la víctima», a pesar de que la víctima tampoco se planteó usar protección durante las relaciones sexuales.


Martin Peter Jaksic es un chico de 31 años que en 2010 dio positivo en un análisis de VIH y… decidió hacer como que no pasaba nada. Poco después Martin comenzó una relación estable y monógama con un chico al que jamás dijo que era VIH+, con el que estuvo unos seis años, con el que practicó sexo sin protección (según el novio Martin nunca propuso usar el condón) y al que acabó infectando.

Ése es el relato de los hechos por los que Martin se ha declarado culpable de un delito de lesiones por el que ha recibido la sentencia máxima: cuatro años y medio de cárcel. La sentencia del juez Peter Zahra consideró que la conducta de Martin había sido «una gravísima violación de la confianza y un despreciable y monstruoso desprecio por la vida de la víctima«.

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Y mira, yo lo siento PERO:

¿No podríamos decirle lo mismo a la víctima? Ojo cuidado que no justifico en absoluto la actitud de Martin pero ¿tú follarías a pelo y sin preocuparte por tu salud sexual o la de tu pareja durante seis años? Es decir: si Martin no estaba tomando el tratamiento y podía transmitir el virus… ¿la víctima no se hizo ningún análisis en esos seis años? ¿Tampoco se le ocurrió a él usar el condón?

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Lo que hizo Martin fue para mandarle a comer aparte. Nadie puede obligarte a revelar tu estado serológico, pero si convives con el VIH sí has de ser responsable tanto de tu salud (tomando el tratamiento para mantenerte indetectable = intransmisible) como de la de tus parejas sexuales o sentimentales. Pero en una relación sexual consentida la responsabilidad es de los dos: follaron sin condón porque los dos quisieron y la víctima es mucho más responsable de su propia salud sexual de lo que debía serlo Martin. Eso, por cierto, es una de las grandes revoluciones de la PrEP: si la víctima hubiera estado tomando Truvada de forma preventiva hay un 99,9% de probabilidades de que no se hubiera infectado ni hubiera podido culpar a su pareja sexual en caso de que ocurriera.

 

Esta noticia no deja de ser otra muestra de lo desfasadas que están las leyes de muchos países con respecto a las personas VIH+. Desde hace años varias organizaciones, sobre todo en Estados Unidos, están luchando por conseguir actualizar leyes creadas durante los peores años de la epidemia del SIDA y evitar así la criminalización sistemática de las personas que conviven con el VIH. Ese tipo de leyes han llevado a que ocurran cosas tan esperpénticas como lo que le pasó a Michael Johnson, condenado a más de 30 años de prisión por transmitir el VIH a pesar de que se hizo evidente que no tuvo un juicio justo.

La Human Rights Campaign se sumó a esa lucha presentando la REPEAL HIV Discrimination Act, una reforma legislativa que propone la revisión de todas las leyes federales y estatales que criminalizan todas las faltas relacionadas con el VIH. Claro que esa reforma se presentó en 2011… y ahí sigue, presentada.

Como ya he dicho antes, lo que hizo Martin fue una irresponsabilidad tremenda (sobre todo por no tomar el tratamiento antirretroviral), pero también es cierto que (tal y como demuestran muchos estudios) ese tipo de actitud es muy minoritaria dentro del colectivo de personas con VIH. Y eso no llega a los medios. No veremos un titular diciendo: «Un hombre no se infecta de VIH a pesar de que su novio era VIH+ porque ambos se preocuparon mutuamente de su salud sexual». Cuando los medios (tanto generalistas como LGTB+) tocan este tipo de noticias siempre suelen acentuar el sufrimiento de la víctima, aceptando sin reservas que no tenía ningún tipo de responsabilidad en lo ocurrido y, además, pintándole un panorama muy negro. En este caso hay declaraciones de la víctima en las que habla de la ansiedad que siente al tener que tomar las pastillas («que frena la progresión del virus, pero no lo cura«), de las «heridas internas» que llevará consigo para siempre y el drama social que le supondrá la frase «Tengo VIH«.

Y es cierto. Las personas con VIH se enfrentan a la discriminación social e institucional, han de tomar pastillas cada día y una complicación médica leve para cualquier otro puede suponer un serio problema para él. Pero puede llevar una vida feliz, sana y completa… Pero decirle a los medios que no podrás llevar una vida normal por tener VIH lo único que hace es perpetuar ese estigma y, además, te criminaliza a ti mismo. Porque si alguien decide denunciarte por infectarle con VIH tienes las de perder y el virus que llevas contigo será considerado un arma mortal.

Cuando las leyes sobre VIH llegaron a los Códigos Penales de medio mundo ser portador del virus suponía una sentencia de muerte. Hoy hay decenas de países desarrollados en los que eso ya no es así y ser portador del VIH es algo crónico (por ahora) pero no mortal; pero aún así se mantienen las mismas leyes. Hasta que no cambiemos todos la mentalidad respecto al virus no servirán de nada los avances en el terreno médico porque sentencias como ésta siguen señalando al portador como un criminal, sin tener en cuenta el problema de fondo: por qué la fase de negación en la que Martin dijo estar desde que recibió el diagnóstico le llevó a ocultarse, mentir y poner en riesgo la salud de su pareja. Porque no estamos hablando de un señor que transmite el virus de forma dolosa, si no de una pareja en la que (es evidente) ninguno de los dos parecía estar demasiado preocupado por la salud del otro. En serio: ¿seis años sin hacerte ningún análisis? ¿Sin plantearte la posibilidad? Eso es otra irresponsabilidad tremenda.

Si Martin se merece un castigo o no no es algo que deba decidir yo. Pero es necesario que dejemos atrás los relatos que nos han inculcado sobre el VIH. Martin debió tomar el tratamiento desde el primer momento para asegurarse de que no puede transmitir el virus y debió contárselo a su pareja… Pero la «víctima» también debió preocuparse por el tema, porque es una irresponsabilidad comenzar una relación con otro hombre gay y follar sin condón desde el primer día.

Mantener leyes que, en estos casos, cargan toda la responsabilidad en la persona VIH+ no es solo discriminatorio, es también un signo evidente de la tremenda ignorancia general respecto a la realidad del VIH en pleno 2018. Y eso tiene que cambiar desde ahora mismo.

Fuente | The Sydney Morning Herald

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