Lawrence Schimel es una pluma sagaz y veloz. Un día comenzó a escribir un pequeño relato y no solo escribió uno, ¡sino que acabó con cien! Así que ni corto ni perezoso, cortés y valiente, los ha reunido todos en un único volumen que los Dos Bigotes, tras los cuales están dos chicos muy guapos y buenorros listos en esto de los libros, se lo han editado para goce y deleite de todos nosotros. A tener en cuenta, ninguno de ellos supera las 500 palabras (es decir, como mucho dos páginas) y todos ellos son como dice el título, eróticos, con una fuerte carga sexual. Pero que os quede claro, si buscáis pornografía, este no es vuestro libro. En lo referente a Una barba para dos esto suena a trío con barbudo, sus contenidos están del lado de la naturalidad, nada de fantasías y películas espléndidas. Lo que Lawrence relata es tan real como la vida misma, verdadero, verosími y verídico.
En lo que Lawrence ha imaginado, o quizás vivido, ya le preguntaremos cuáles son ficción y cuáles autobiografía, pasa de todo. Hay mamadas, magreos, polvos en la cocina y en el dormitorio, también en los baños de un bar, besos con lengua, erecciones que no se pueden aguantar, manos sobre paquetes, manchas sobre las sábanas, sesiones de sexo con compañeros de piso y sexo con amor, horas empleadas en grindr, follamigos, tardes en la sauna ¿en cuál?, cruising, masturbaciones a solas y recíprocas, visitas al Odarko, pantalones de chandal que marcan cosas grandes, parejas, tríos, polvos a saco, noches en Berlín, suspensorios, osos, daddies, cachas, musculados, dildos, películas porno, corridas de todas dimensiones,… En definitiva, un menú sexual de lo más variado, ¿no?
Lo bueno si breve, dos veces bueno dice un refrán ¡no aplicable al sexo!, y en el caso de Una barba para dos resulta muy evidente. Textos directos, descripciones precisas, ¡acción en estado puro! Unas veces escritos con las manos, pero otras podría parecer que lo que ha utilizado Lawrence para teclearlos ha sido un sistema bluetooth activado con los ojos, la bragueta, los labios,… Una experiencia de lo más sensorial que puede provocar en vosotros, lectores gays con ganas de mamporrería literatura, efectos secundarios como bocas entreabiertas, manos deslizándose por la piel, genuflexión de rodillas o palpitaciones ahí donde estáis pensando.
Lawrence no es un recién llegado a esto de la literatura, además de ganarse la vida decentemente como traductor, ha publicado anteriormente, además de relatos, poesía, un cómic y libros infantiles. Podríamos decir que Una barba para dos es una combinación de su saber hacer como escritor con su mejor imaginación erótica y sexual. Os garantizamos que los efectos secundarios de su lectura son de lo más placentero. Y añadiré una idea de cosecha propia, ¿qué os parecería una reunión para leer en voz alta estos relatos? ¿Cómo creéis que acabaría la quedada?
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