Es en estos momentos Lawrence es el escritor que más sube la temperatura allá por donde va, no necesita desnudarse ni bailar para ello, le basta con poner encima de la mesa su libro y esperar a que te pongas a leerlo. Y cuando eso ocurre y te pones manos a la obra con los cien microrrelatos de su Una barba para dos, no solo estalla tu bragueta el termómetro, sino que se desata toda tu humedad y te conviertes en una buscona algo parecido a un imán, loca por acoplarte a quien tengas cerca de ti. Ante semejante carta de presentación no nos íbamos a quedar con las ganas de saber quién es este hombre y nos hemos tirado a todo lo que hemos podido las calles hasta que conseguimos dar con él.
Una charla de lo más fructífera que nos ha dejado muy buen sabor de boca malpensadas y de la que no solo os trascribimos lo más interesante las onomatopeyas no, sino que os adelantamos que acabó con una gran sorpresa que podréis disfrutar en vuestras propias carnes si llegáis sin tocaros al final.
¿Por qué es Una barba para dos una colección de microrrelatos? ¿Por qué un máximo de 500 palabras?
Asistí en una ocasión a la presentación de un libro de microrrelatos y me pregunté si se podría utilizar ese formato para expresar el morbo en un espacio tan reducido. No hay reglas estrictas en el formato del microrrelato. Ni siquiera hay un consenso sobre el nombre: microrrelato, minificción, nanorelato, etc. Así que me autoimpuse un límite máximo de 500 palabras, que son dos caras de una sola hoja de papel. Aunque también hay bastantes relatos en el libro que son mucho más breves, incluso algunos que ¡ni llegan a dos líneas!
Escribir o hablar tan abiertamente de sexo y erotismo suele causar pudor, ¿cómo fue la reacción de tu entorno cuando publicaste tus primeros textos de alto voltaje?
Comencé a publicar relatos eróticos siendo estudiante, y disfrutaba mucho del hecho de ser pornógrafo y publicar en revistas eróticas con un seudónimo. Pero como activista, siempre he abogado por tratar el sexo y la sexualidad, en su espectro más amplio, como una parte natural de nuestras vidas y, en consecuencia, de nuestra cultura. Por eso comencé a publicar literatura erótica bajo mi propio nombre también, aunque seguía utilizando el seudónimo para publicar en ciertas revistas donde no podría controlar si quitarían referencias a condones, o como me sucedió en un caso, una referencia a la madre del protagonista porque según el editor «no queremos leer sobre mujeres en nuestro porno«. También utilizaba seudónimos para no publicar demasiados libros bajo un mismo nombre, lo que podría hacer que compitieran entre ellos en términos de atención mediática. En mi juventud llegué a publicar más de doce libros en un año.
En cuanto a salir del armario como escritor de literatura erótica, la recepción en EE.UU. y España ha sido muy distinta. En EE.UU se considera escandaloso que escriba tanto literatura erótica como infantil con mi propio nombre. En España, al contrario, donde no valoramos a los niños, se suele considerar la literatura para niños como algo inferior o menor que la literatura para adultos, así que mis libros eróticos me confieren una cierta legitimad como escritor. Pero en cualquier caso, en España se entiende que puedo tener intereses plurales y diversos, y que no hay ningún conflicto en escribir para ambos públicos.
En el caso de mi familia, mi padre está muy orgulloso de lo que hago y respeta la importancia que tienen mis libros para las distintas comunidades para las que escribo. Aunque él no lee mis historias sexuales, cosa que respeto, ni siquiera las historias heterosexuales. ¡He escrito de todo!
Una vez que ya hemos cubierto el expediente de hablar del libro y con el calor que nos provoca a nosotros todo lo erótico ¿qué no lo es? vamos a seguir preguntando, interrogando, exigiendo, y si eso no funciona, tirándonos por el suelo, arrastrándonos y arrodillándonos para tener respuestas a todo lo que queremos saber de este hombre que vino del otro lado del charco Atlántico.
¿Quién es Lawrence? ¿Quién es él?
¿Eres un traductor que también escribe creativamente o un escritor que se gana la vida como traductor?
Soy un lector que escribe y también traduce. Pero me identifico como autor antes que como traductor. Llevo muchos más años escribiendo que traduciendo, aunque últimamente he pasado más tiempo traduciendo que produciendo obra propia, especialmente para adultos. He estado más quince años sin escribir narrativa para adultos, desde Dos chicos enamorados hasta Una barba para dos.
Narrativa, poesía, cómic, libros infantiles,…, resultas muy prolífico, ¿por qué esta variedad de disciplinas? ¿En cuál te sientes más cómodo?
Soy un lector bastante omnívoro y creo que se refleja también en mi producción literaria. No sé si es falta de constancia o aburrimiento fácil. O simplemente que cada historia pide su propio formato para ser contada. Todavía no he escrito una novela, pero no sé si un formato tan largo es dónde me sentiría más cómodo. Creo que requiere otra manera de concebir las historias y de contarlas, y aunque leo muchas novelas y este es el formato literario por el cual se mide la literatura con mayúscula, no he escrito una. Me creo capaz, pero creo que hasta que un editor no me pide una, no me pondré a ello.
Creo que los libros infantiles es un campo que me gusta mucho porque los niños son lectores muy críticos, detectan enseguida si uno intenta ser dogmático o enseñarles una lección, pero también son lectores muy agradecidos si les ofreces una buena historia.
¿Tienes ya un próximo proyecto literario en mente?
Tengo a medias un nuevo poemario para adultos, con el título provisional de Los cuerpos del lenguaje, que me gustaría terminar. Aunque es una lucha continua conseguir tiempo para mi propia escritura cuando estoy realizando traducciones que debo entregar en fechas concretas. No me quejo de tener el trabajo, soy muy afortunado, pero cuando me siento delante del ordenador, es más fácil trabajar en un proyecto que se está esperando, como es el caso de las traducciones, en lugar de escribir algo que quizás nunca llegue a editarse.
Un neoyorkino viviendo en Madrid
¿Qué encontraste aquí para llevar ya 17 años?
Madrid me ofreció una calidad de vida muy por encima de lo que tenía, o podría tener, en Nueva York, donde el tiempo es dinero y si no estás ganando dinero estás perdiendo el tiempo. Allí, lo que gana un escritor o un traductor no es suficiente para sobrevivir en la gran manzana. Nueva York ofrece mucho, es cierto, pero lo que yo llamo el precio de alma, es muy alto. Visitar Nueva York es muy distinto de vivir allí, te consume. Al mismo tiempo, soy neoyorquino de pura cepa, tercera generación de mi familia nacido en Manhattan, así que lo tengo en la sangre, es mi pueblo.
Madrid me pareció una versión más humana de Nueva York, especialmente viviendo en el centro, como ha sido mi caso que he vivido en Malasaña, Chueca y ahora Lavapiés. Es lo suficientemente cosmopolita y ofrece las ventajas culturales, gastronómicas, etc., de una gran ciudad, pero sin perder una escala humana, el tamaño de los edificios, las plazas,… En Nueva York estás constantemente a la sombra de algún edificio y además, eres una pieza pequeña e intercambiable de la maquinaria. Incluso tiendas o negocios que han sido emblemáticos durante mucho tiempo están cerrando sus puertas por culpa de la implacable búsqueda del beneficio económico por encima de todo.
Casi dos décadas en España, ¿qué fue lo que más te llamó del activismo español cuando llegaste en 1999? ¿Cómo ves la evolución habida hasta el día de hoy?
Cuando llegué dejaba atrás un momento de activismo y asociacionismo universitario en EE.UU muy fuerte, con un gran auge de publicaciones, librerías y editoriales LGTB. Aunque España pronto eclipsó a EEUU en lo que respecta a derechos LGTB, sigue faltando una plena integración cultural, social y educativa. A nivel legal estamos más protegidos e integrados que a nivel cultural, especialmente en las aulas.
Hubo y sigue habiendo activistas importantes y gente muy comprometida, pero creo que son la excepción. Gracias a sus esfuerzos conseguimos unos avances legales que situaron a España a nivel mundial en la equiparación de nuestros derechos. Tuvimos casi una década de gloria pero creo que hay una laguna generacional en el activismo, hay un salto de gente de mi generación, los cuarentones, a los jóvenes, que hoy en día son más activos y creo que más importantes. Arcópoli, por ejemplo, está impulsando una actividad muy importante yendo más allá del ámbito universitario. Una labor que antes hubiera hecho un colectivo local más general, como Cogam o la Fundación Triángulo.
El tema del activismo, sobre sus fines, medios y principios puede dar para mucha conversación y debate. Lawrence es un tío joven pero con mucho ya vivido a sus espaldas y por delante también, así que le preguntamos sobre su experiencia en el asociacionismo estadounidense y el español.
¿Qué diferencias y similitudes encuentras entre el modelo de activismo anglosajón y el nuestro?
Sin duda alguna, el dinero es el motor del activismo en EEUU. La lucha por la inclusión se ha profesionalizado, en parte por el hecho de que los colectivos y las causas no viven de subsidios estatales sino de donaciones de particulares, u organizaciones que pueden desgravar de sus impuestos dicho apoyo. Eso ha hecho que la población general se implique, en la medida en que puede, con la defensa y promoción de las causas en que creen, recibiendo a cambio un beneficio económico por hacerlo. También es cierto que la población en EEUU está mucho más concienciada en general sobre el efecto de nuestras acciones como puede ser la decisión de comprar un libro en Amazon en lugar de en una librería especializada como Berkana, y como esa decisión afecta a nuestra comunidad.
En España echo en falta más conciencia colectiva a ese nivel y encuentro poco activismo o asociacionismo en general. Supongo que en parte porque se vive muy bien y muy cómodamente aquí, por eso mismo yo llevo 17 años en Madrid. También echo en falta más intersecionalidad, que la gente reconozca que la lucha contra la discriminación requiere que sigamos enfrentándonos a todas las discriminaciones, no solo la parte que les afecta personalmente.
¿Cuáles son tus referentes en el plano ideológico y cultural del mundo LGTB?
Creo que de los colectivos en España, el col.lectiu Lambda en Valencia siempre me ha parecido el más ejemplar. Tienen una política de formación de voluntariado muy buena y los activistas más experimentados ceden el poder a los jóvenes para que aprenden liderazgo y crezcan. Muchos siguen luego en el activismo o en la política, a nivel nacional o local. Conforman un grupo de gente formado y comprometido, que se siente apoyado.
En cuanto a figuras culturales, algunos de mis referencias anglosajones son mi muy admirado Tony Kushner, más conocido como dramaturgo por su Ángeles en América, pero también autor de un libro de ensayos, Thinking about the longstanding problems of virtue and happiness, que es uno de mis libros de cabecera. Alison Bechdel ha sido cronista del mundo LGTB, mezclando lo político con el humor, y siendo testigo de los cambios dentro de nuestro colectivo durante los años de manera muy divertida, coherente, e incluso autocrítica.
Volviendo a Una barba para dos, ¿escribirías para nosotros un microrrelato?
Aquí lo tienes, Vocabulario en común, me ha salido algo más largo del límite de 500 palabras. Espero que os guste.